Un maquinista y un vagabundo en apuros
'El maquinista de la General', la obra maestra de Buster Keaton, y 'La quimera del oro', con Charles Chaplin en plenitud creativa, hoy con Cinco Días
En 1862, en plena Guerra de Secesión estadounidense, una patrulla de soldados de la Unión llegó hasta Atlanta (Georgia), robó un tren con la intención de llegar hasta el norte y en el camino destrozó las comunicaciones del ejército del sur. El maquinista del tren robado se lanzó a su rescate y los espías fueron capturados. El episodio inspiró El maquinista de la General -junto con La quimera del oro, la nueva entrega de la colección Obras Maestras del Cine Clásico que se vende conjuntamente los sábados con Cinco Días- considerada la obra maestra de Buster Keaton. Al atractivo de la historia, se unía el amor de Keaton por los trenes, de hecho la mayoría de sus películas tienen alguna situación clave en la que interviene un tren.
El maquinista de la General rompió las reglas del cine de su época, lo que quizá explica la fría acogida de público y crítica. La película fue un sonoro fracaso económico para la United Artist.
Durante los años veinte, Keaton perfiló un personaje capaz de ejecutar las mayores proezas físicas. Eso delante de la cámara; detrás, Keaton se manejaba con soltura y transmitía un ritmo trepidante.
La ambición de Keaton fue conseguir una película lo más realista posible y ello significaba tratar de conseguir la auténtica General y rodar en los escenarios reales, aunque tuvo que desistir de la idea al no quedar vías estrechas. Fiel a su costumbre, Keaton rechazó ser doblado en las escenas de riesgo. Queda para la historia la escena de un maquinista-Keaton melancólico, sentado sobre la biela de su locomotora, que de pronto comienza a funcionar con él encima, moviéndose de arriba a abajo igual que un muñeco.
Al contrario que El maquinista, La quimera del oro cosechó fabulosas críticas y fue un éxito de taquilla -recaudó más de cinco millones de la época en dos años-. Tras pensárselo durante meses, Chaplin arrancó el rodaje de la que era su obra más ambiciosa hasta ese momento sin guión e ideando los gags sobre la marcha, método, por otro lado, habitual en el cine mudo. Del año y medio que duró el rodaje, sólo menos de la mitad del tiempo se dedicó a esta tarea, el resto era lo que se conocía como jornadas libres; es decir, tiempo de inspiración. Chaplin filmó parte de la película en las Montañas Rocosas, empleando a indigentes como extras, y otra parte, en los estudios, utilizando yeso y confeti para simular nieve.
En La quimera del oro, el vagabundo de pequeño bigote, pantalones anchos, grandes zapatos, sombrero de hongo y bastón, al que dio vida Chaplin, es un buscador de oro durante la fiebre del oro en Alaska.
Chaplin (Londres, 1889-Suiza, 1977) escribía, interpretaba, dirigía, producía y componía la música de sus películas -en total, más de ochenta-. En 1919, junto a Mary Pickford, Douglas Fairbanks y D. W. Griffith, fundó la United Artist. Cuando rodó La quimera del oro, estaba en la plenitud creativa, dejando escenas antológicas, como la famosa en la que se come la bota. La película se reestrenó en 1942 con una banda sonora que introducía una narración escrita y leída por el propio Chaplin y nuevas escenas.