Pequeños en las jaulas de oro

Las grandes tendencias de las Bolsas, sean al alza o a la baja, siempre dejan detrás un reguero de muertos, de cotizaciones irrecuperables. Si nos situamos, por ejemplo, en el crash de octubre de 1987 y apuntamos los cambios que entonces ofrecían compañías como Ercros (fusión de Cros y ERT) o de empresas siderometalúrgicas emblemáticas, que eran las que causaban furor en la época, o, también, de empresas que hoy están en el Nuevo Mercado, veremos que las cotizaciones de ahora son mucho más bajas. Incluso sin considerar la inflación acumulada desde entonces, que es como en realidad hay que hacer el cálculo.

En el camino, es más, muchas compañías han desaparecido, bien por suspensión de pagos, bien por opas de exclusión a precios más bajos. La coyuntura actual es muy parecida, a decir de los observadores.

Desde el comienzo del año los valores de capitalización media y pequeña han protagonizado subidas importantes en el precio de sus acciones sin mayores argumentos que los referenciados al cansancio y pesadez de los blue chip. No todas las empresas que han subido con premura cuentan con fundamentales que avalen tal mejora.

El recrudecimiento de las tensiones bajistas de los últimos días ha pasado factura a todos los valores que cotizan en la Bolsa, sin excepciones. En la jornada tragicómica del miércoles se consiguió el récord de que ningún valor subía a la hora de abrir el mercado. Entre los grandes fracasos bajistas abundaron los valores pequeños y medianos, porque aquí, ante todo, falla la liquidez.

Si acudimos a los manuales de Bolsa más viejos veremos que esta circunstancia se repite en la historia de los mercados. Los clásicos definían este proceso como inversión en jaulas de oro. Muy bonitas por fuera, pero imposible salir de ellas.