Raquitismo irracional
La opinión generalizada respecto a 2002 era que tendríamos un mal primer semestre y un buen segundo. Santiago Satrústegui explica por qué mantiene su visión optimista para el conjunto del año
Hace muchos meses que no me enfrento a la terapia quincenal que me supone escribir esta columna con una sensación tan positiva respecto a la futura evolución de los mercados financieros. Sería sencillo entender y transmitir este sentimiento si existieran argumentos contundentes que lo justificaran, pero lo cierto es que por mucho que los busque, como ya decíamos el otro día, el mercado no encuentra ni clavos ardiendo donde sujetarse.
Las cotizaciones de las empresas de todo el mundo han vuelto a hundirse y ni siquiera el viejo tópico de comprar en los momentos de caída, buy the dips, ha servido para mantener las valoraciones.
A los inversores de todo el mundo se les ha olvidado, cuando estamos a punto de que se cumpla la mitad de la profecía, que la opinión generalizada respecto al año 2002 era que tendríamos un mal primer semestre y un buen segundo para terminar con un resultado positivo para el conjunto del año.
Solamente manteniendo esta visión, el panorama debería ser ya, hoy por hoy, mucho más atractivo de lo que está ahora mismo reflejado en los precios. Lo que éstos transmiten es una situación donde cotiza todo lo malo que se nos ocurre que pueda pasar, mientras que se descarta la aparición de ninguna noticia positiva en el corto plazo.
La catarsis de la que veníamos hablando desde que se inició la crisis se está manifestando con toda su crudeza creando un alto nivel de desesperanza y eliminando a muchos inversores del mercado.
Creo que dentro de unos pocos meses, cuando éste se haya recuperado, encontraremos un montón de razones que nos explicarán perfectamente por qué lo ha hecho, pero en estos momentos es un esfuerzo inútil tratar de adivinar esas señales.
Para mí hay dos cosas que están pasando que justifican una visión optimista y quiero terminar con ellas este breve escrito para evitar ser comparado con la bruja Lola, si, como espero, después resulta que esta intuición se cumple.
Por un lado, los mercados siempre han anticipado, y deberían seguir haciéndolo, la evolución de la economía real. Normalmente en los momentos de cambio de ciclo se suele producir un desfase entre crecimiento económico y comportamiento de las Bolsas. æpermil;stas tienden a subir adelantándose a la recuperación mientras el mundo real no termina de arreglarse, produciendo, entre otras cosas, una mayor tendencia al ahorro entre los consumidores que al final es dinero que termina en el mercado.
Por otro, en los mercados financieros tiene mucho más impacto lo no esperado que lo esperado, de forma que a medida que nos acercamos al punto de saturación en cuanto al riesgo que el mercado está considerando, nos estamos liberando del riesgo implícito que éste tiene. Cuando no vemos el riesgo, pensemos en hace dos años, es precisamente porque está incluido dentro de los precios.
Ver cómo se desaloja la Casa Blanca, morada del presidente de la primera potencia mundial, por el vuelo despistado de una avioneta en la ciudad de Washington puede ser en este caso un buen indicador del nivel de los peligros que se están considerando. Parafraseando a Alan Greenspan, se podría considerar que empezamos a vivir una etapa de 'raquitismo irracional'.