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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los efectos de la huelga

De acuerdo con la tradición de las guerras psicológicas, las primeras batallas de la confrontación social se están librando antes de la huelga general convocada para mañana. La disputa recurrente sobre los servicios mínimos impuestos ha sido elevada por los sindicatos al Tribunal Supremo, que tomará hoy una decisión sobre el tema.

El otro conflicto previo es la ruptura del diálogo, escenificada con la aprobación de la reforma de la protección por desempleo por decreto y su convalidación en el Congreso con el mayoritario, pero exclusivo, apoyo del partido del Gobierno. Si uno de los méritos del presidente Aznar fue encauzar la paz social a través de acuerdos, con los que se recalcaba además la legitimidad y el papel de representación social de los sindicatos, no se entiende el recurso apresurado al principio de autoridad. Sobre todo, cuando fuera de la tribuna parlamentaria significados representantes del Ejecutivo han admitido la posibilidad de enmendar, en el proceso parlamentario del proyecto de ley, lo dispuesto sobre los salarios de tramitación, los trabajadores fijos discontinuos y el empleo comunitario, justamente tres de los puntos clave del conflicto.

La reforma del Gobierno supone sustanciales ventajas para las empresas, especialmente las pequeñas y medianas, en cuanto a flexibilización del despido y a su coste. Pero los empresarios temen el precio superior que puede acarrear el deterioro del clima social. Las reformas laborales pactadas han resultado siempre más eficaces que las impuestas, pese a que la del jueves será la quinta huelga general de la democracia.

Por encima de la guerra de cifras, el resultado de la huelga va a marcar mucho más que lo que el Gobierno y los sindicatos se juegan en este pulso. La violencia, si se produce, se puede volver contra una o las dos partes. Pero la principal batalla se va a comenzar a librar a partir del día después. Las dos partes en conflicto necesitan dejarse alguna puerta abierta para intentar el entendimiento. La confrontación en un clima social crispado perjudica a la economía en su conjunto. Es dudoso que pueda beneficiar al Gobierno o a los sindicatos. A nadie puede convenir una guerra de desgaste.

Una ley no escrita indica que las huelgas producen mejores efectos en ciclo alto, cuando hay pastel a repartir. Fue el caso del 14 de diciembre de 1988. Después de cinco años de crecimiento, control de precios y generación de empleo, conseguidos con moderación salarial y ausencia de conflictividad, ahora la coyuntura ha cambiado. España mantiene un crecimiento superior a la media de la zona euro, pero el diferencial de inflación, del 1,7%, se come casi todo ese margen. El saldo de creación de empleo en los últimos 12 meses es negativo, las exportaciones no repuntan, la Bolsa no reacciona y el déficit por cuenta corriente se agranda. La recuperación de la economía es una necesidad urgente y la experiencia enseña que si los beneficios de las empresas caen la factura la pagamos todos.

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