Pánico bursátil
Los mercados internacionales de valores continúan con sostenidos descensos, acumulando las últimas semanas pérdidas comparables a las de algunos de los peores crash bursátiles de las últimas décadas. Los inversores asisten perplejos a unas caídas en las cotizaciones que parecen no tener fin, en momentos en que muchas instituciones y analistas internacionales comienzan a valorar positivamente la publicación de los últimos datos económicos en EE UU.
¿Cómo pueden compatibilizarse ambos hechos? ¿Estaremos equivocados al valorar la actual coyuntura macroeconómica? Como propietario de una parte de la empresa, el accionista tiene derecho a la percepción de los dividendos distribuidos, por lo que el precio de una acción debe reflejar el valor presente de la senda de dividendos esperados futuros. Una reducción en las expectativas de beneficios futuros disminuye las expectativas de dividendos y, con ellas, el precio de la acción.
Así, es bastante razonable pensar que detrás de los precios de las acciones hay factores de muy corto plazo, propios del funcionamiento del mercado, y otros de medio y largo plazo, afines a la evolución de la economía y el sector en los que opera una determinada empresa.
Los primeros son esencialmente independientes de la coyuntura, estando relacionados con el sentimiento de los operadores, rumores o noticias de operaciones de fusión/adquisición, cambio de posiciones de grandes fondos o inversores, variaciones en la composición de los índices, etcétera. Los segundos se basan en que el crecimiento de una economía ayuda a generar beneficios que se canalizan como dividendo al accionista.
Quien dude de la relevancia de los fundamentos económicos para la valoración de acciones debe considerar que, a pesar del justificado pesimismo que nos invade, el índice sectorial de transportes ha ofrecido desde comienzos de año una revalorización del 50%, e inmobiliarias, un 35%. Entre un 20% y un 25% de rentabilidad han ofrecido desde el inicio del ejercicio los índices sectoriales de construcción, material de construcción, papel-madera-químicas, bienes de equipo, alimentación y bebidas-tabacos.
Los sectores relacionados con la construcción, tanto desde el punto de la actividad como de la comercialización, han ofrecido resultados espectaculares, tanto por cuantía como por el contexto en que se han producido. Esto no es independiente del hecho de que este sector ha estado sosteniendo la actividad productiva en España a lo largo de la actual desaceleración.
Si los fundamentos son importantes, ¿a qué responden las fuertes caídas de las últimas semanas? Ahora mismo, el escenario más probable es que lo peor de la actual crisis industrial ha pasado, a la vez que la actividad constructora se sostiene en algunos países, como España. Lo mismo ocurre con turismo, hostelería, transporte, los subsectores de servicios más castigados por los atentados del 11-S. Mayores dudas despiertan el debilitamiento del consumo y la ausencia de recuperación de la inversión en equipos, muy mediatizada por los pobres resultados empresariales y los descensos en las expectativas de ventas.
Pero la actual caída de las Bolsas no es un fenómeno permanente. Está generada en parte porque la incertidumbre sobre la recuperación reduce los beneficios esperados y con ellos, el precio de la acción. Sin embargo, el efecto importante es la falta de dinero en los mercados. Lejos de captar capitales, continúan deshaciéndose posiciones, incluso con realización de minusvalías importantes, en un clima perfectamente caracterizado por la incapacidad de atraer un flujo inversor. Sin él, evidentemente el mercado carece de posibilidades de recuperación.
La tendencia cambiará, porque algunas cotizaciones están alcanzando niveles que comienzan a ofrecer pocas dudas acerca de una significativa ganancia especulativa de capital a medio plazo. El pánico vendedor contribuye a la recuperación posterior de los mercados, no porque se trate de tomar posiciones contra mercado, sino porque los niveles de las cotizaciones de empresas de indudable solidez en cuanto a generación de beneficios pueden comenzar a indicar muy pronto, si continúa la actual tendencia de descensos, oportunidades claras de compra.
Indudablemente que la recurrencia de malos resultados de la empresas y la nueva emergencia estos últimos días de profit warnings sobre las cifras de resultados y ventas, no contribuyen nada a mejorar el sentimiento de mercado. Pero el actual crash bursátil tiene magnitud suficiente como para que el cambio de tendencia que termine con él se produzca, no tanto por una mejoría drástica en las expectativas de beneficios, como porque a los precios alcanzados, algunos valores ofrecen posibilidades que los inversores ágiles no pueden rechazar.