Francia elige la derecha
La derecha arrasó en las legislativas francesas y el presidente, Jacques Chiraq, con cuatro décadas en la política a sus espaldas, ya no tendrá que consensuar su agenda con los socialistas. El fin de un lustro de cohabitación significa que el tándem Chirac-Raffarin tiene ante sí un poder prácticamente ilimitado para poner en marcha un programa de marcado corte neoliberal en el terreno económico. En esta línea está la reducción del tamaño del Estado vía bajada de impuestos y un programa de privatizaciones para financiar sus promesas electorales -aunque hay serias dudas de que ese proceso vaya a afectar a algunas grandes empresas como EDF- y modernizar el mecanismo de pensiones públicas. En materia de seguridad interior aparecerán tintes conservadores para la defensa de las fronteras frente a los inmigrantes. El ultranacionalista Jean-Marie Le Pen se dio el batacazo en las urnas, pero su triunfo oculto consistió en condicionar con su discurso xenófobo las campañas del resto de los candidatos.
El fuerte varapalo a los socialistas les forzará a repensar tanto su agenda como su liderazgo. Los franceses, que tras el susto Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales inundaron las calles para expresar su rechazo a los movimientos extremistas, volvieron a caer en la apatía ante las urnas y la abstención rozó el pasado domingo el 40%.
El giro hacia la derecha de Francia se suma a los registrados el último año en Italia, Portugal, Holanda, Dinamarca y Noruega. En septiembre puede ocurrir algo similar en Alemania. Se trata de un cambio en el mapa político europeo que ha empezado por afectar al diálogo social, como ponen en evidencia las huelgas generales de Italia (los sindicatos amenazan con otra en otoño) y España, en respuesta a las reformas laborales de los Gobiernos de Silvio Berlusconi y José María Aznar.
Si el triunfo de la Unión para la Mayoría Presidencial (UMP) de Chirac en Francia se combina con una victoria del cristiano-demócrata Edmund Stoiber en Alemania, la UE se encontraría con sus dos principales economías dirigidas por políticos que, al menos en sus discursos, cuestionan un pilar tan fundamental de la construcción europea como el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento. Posiblemente todo se quede en amagos de corte electoralista, pero no hay garantías para una construcción europea en riesgo de retroceso.