La región afronta otro año de perspectivas desalentadoras
El riesgo-país de las grandes economías latinoamericanas ha aumentado a lo largo del año y no hay indicaciones de que esta tendencia cambie en el corto plazo. La recesión económica en EE UU es solamente un factor más de pesimismo para las economías de América Latina.
El laberinto de reformas económicas y financieras en Argentina contribuye al aumento del riesgo-país agresivamente. El índice Merval ha perdido las ganancias acumuladas al principio de año y el peso se ha depreciado un 70%. La solución del Gobierno para salir del corralito no convence, sobre todo por su carácter optativo. Si los argentinos optan por no asumir la opción de cambiar sus ahorros por bonos del Estado, mermarían la esperanza del Gobierno de obtener liquidez para reflotar una economía que, según el Ejecutivo, se estima caerá un 15% este año.
Sin crédito no hay producción ni para exportar porque la devaluación se come el capital de trabajo, por lo que en el corto plazo el tipo de cambio puede seguir subiendo, pero puede no traducirse en exportaciones -la actividad podría no generar ni el superávit ni los puestos de trabajo que se necesitan-. Mientras, el FMI exige más al presidente Eduardo Duhalde antes de negociar lo que podría suponer una ventana de 9.000 millones de dólares (9.570 millones de euros) para el Gobierno. Argentina tiene un largo camino que recorrer antes de ofrecer una ventana de esperanza.
El aumento del riesgo en las últimas semanas en Brasil, por encima de los 1.000 puntos básicos frente a 850 de enero, tiene un componente marcadamente político, y no existen indicios de que el marco político mejore en el corto plazo. El discurso populista de Lula (PT), quien se mantiene en clara ventaja frente a Serra (PDSB) de cara a las elecciones de Octubre, produce un revés en los mercados. El riesgo político se atisba al alza en los próximos meses a pesar de que las últimas encuestas indican un avance del oficialista Serra.
El corto plazo esta enturbiado además en el frente fiscal. Con tasas de interés al 18,5%, en un esfuerzo por controlar la inflación, y actividad productiva estancada, la política fiscal es instrumental para mantener niveles de deuda a PIB adecuados. La demanda de dólares se dispara ante una situación preocupante. La Bolsa ha caído un 14% este año mientras que el real ha perdido un 12% frente al dólar, y aumentan las sospechas de que el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso puede no satisfacer a los inversores retirando efectivo del mercado para limitar la compra de dólares.
El riesgo soberano de México ha mejorado sutilmente este año. El diferencial del UMS 26 con la nota de EE UU ha caído de 331 a 297 puntos básicos. El índice bursátil ha ganado un 4% después de retroceder de sus niveles máximos cuando alcanzó ganancias del 15% en abril. Las Bolsas estadounidenses arrastran al mercado local. Tras alcanzar su valor máximo del año de nueve unidades por dólar, el peso se ha depreciado por el escenario pesimista de menores perspectivas de inversión extranjera directa para el resto del año y por las decepcionantes finanzas públicas, a pesar de que el petróleo se mantiene muy por encima de los 15,50 dólares estimados por el Gobierno.
El peso se ha movido acorde con el dólar, aunque con mayor volatilidad y en una tendencia depreciativa más acentuada. Las expectativas cambiarias a corto plazo no son alentadoras, pero su efecto negativo sobre los niveles de precios no es agresivo dado el carácter recesivo de la economía, y su impacto en el sector exportador es muy positivo. Si EE UU logra confirmar una recuperación en el corto plazo, México también.