Revista de Prensa
Reconstruir el capitalismo en Argentina
La crisis actual de la Argentina, comparada con las de 1890 y 1930, es mucho peor: es más profunda, más larga, hay más desempleo y tiene una caída del producto bruto que va a tardar muchos años en recuperarse.
El comportamiento de las variables económicas constituye el ideal de la izquierda: ha muerto el capitalismo porque no se están dando ninguna de las condiciones de la economía. No hay posibilidad de acumular, de ahorrar (...).
El elemento sustancial de cualquier modelo económico es la acumulación. Si no hay acumulación básica, no funciona la economía (...).
La Argentina tiene dos caminos para que su capitalismo funcione. Uno es acordar con los organismos internacionales. Esto tiene un costo: requiere disciplina fiscal y algún tipo de condicionalidades que hoy se están discutiendo. Y aparentemente tiene algunos beneficios no demasiado exagerados como lograr que de aquí a fin de año el país no tenga que pagar 9.000 millones de dólares que debe a los organismos de crédito (...).
Todos tienen condiciones previas para que la Argentina vuelva a formar parte del mundo. Esto depende de una decisión política (...).
Ahora bien, el país puede optar por otra cosa y decir 'no acordamos, no aceptamos ningún tipo de condicionalidad'. Entonces, podemos empezar a pensar en dos alternativas. Una es no acordar con el Fondo [FMI] y pagar la deuda. La otra es decir 'no pagamos ni acordamos'. Esto es directamente salirse del esquema de los países de la Tierra. (...). Si no somos capaces de tomar decisiones correctas, el capitalismo también se torna salvaje y las hace de otra manera, con la hiperinflación, por ejemplo (...).
Estamos a tiempo de reconstruir una alianza productiva (...) que genere poder de recreación del capital, que regenere el salario y el trabajo. Si lo logramos, habrá un nuevo país, con otra organización, nuevos actores políticos, otra forma de estructurar su economía. El esfuerzo de volver a empezar vale la pena.
Cruzada contra la corrupción en Colombia
Un nuevo estudio (...) revela que el valor de los sobornos en los contratos estatales es cada vez mayor al pasar del 13% al 16% de su valor ¡en sólo dos años!
Corrupción, mejor dicho, corrupción galopante. Que equivale, en la práctica, al enorme sobrecosto en los contratos oficiales, por una suma estimada en 3,2 billones de pesos (...).
La verdad es que la culpabilidad no es exclusiva del Estado (...). No sólo es elevado el número de funcionarios corruptos, sino de quienes pagan los sobornos, cuya cantidad va en ascenso. Es lamentable (...).
Pero, como si lo anterior fuera poco, las autoridades oficiales divulgaron otro estudio sobre pago de extorsiones en los últimos años a grupos de delincuentes (encabezados -suponemos- por la guerrilla), cuya suma habla también por sí sola: ¡1,7 billones de pesos! Hagan cuentas, señores.
Por último, está el tema del lavado de dólares y su correspondiente ingreso al país, generando efectos tan funestos como la revaluación del peso que causa estragos en el sector exportador. ¡Dólares que se compran a 810 pesos en Miami!, según denuncias de un importante directivo gremial.
Se requiere, entonces, una gran cruzada contra la corrupción, con suficiente voluntad política, con autoridad moral por parte de quienes la emprendan, y con instrumentos efectivos (...), la acción efectiva de la justicia (¡no más impunidad!) y la colaboración decidida de la ciudadanía.
Bravo, FDA (de verdad)
La pasada semana la Administración estadounidense para la Alimentación y las Drogas (FDA) adoptó nuevas reglas que permitirán la aprobación de medicamentos basados sólo en estudios sobre animales.
El cambio puede alentar los tratamientos contra agentes químicos y biológicos que éticamente no pueden ser probados en los humanos (...). La FDA responde a un fuerte presión política (...).
Este organismo haría más por la salud pública apostando por un sistema que sopesa riesgos y beneficios más que los exámenes de eficacia una vez que la seguridad se ha establecido. La nueva regla debe ser el punto de partida para aprobar los nuevos medicamentos.