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Columna
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Un tipo bastante único

Juan Manuel Eguiagaray Ucelay sostiene que el problema crucial del actual IRPF es su falta de equidad en el tratamiento de las distintas fuentes de renta. Según el autor, la estructura del impuesto facilita la evasión y el fraude.

Los expertos que han trabajado para el partido socialista han concluido que nuestro principal impuesto directo, el IRPF, mejoraría bastante si se adoptaran una serie de modificaciones que poco tienen que ver con las patrocinadas por el Gobierno y que, de nuevo, amenazan con convertirse en letra de la ley.

En particular, concluyen los expertos, sobre una base impositiva de nuevo diseño, sería posible aplicar un tipo único, adicionado con un recargo para los niveles de rentas más altas, sin que eso afectase negativamente ni a la progresividad ni a la suficiencia recaudatoria.

Como puede colegirse de lo dicho, no estamos ante la reducción del debate a los lamentables términos de hace seis meses, cuanto todo el interés de la polémica levantada consistía en saber si un tipo único, equivalente al tipo medio efectivo del IRPF, podía ser la solución a todos los males del sistema fiscal. Los entusiasmos levantados por la propuesta y las condenas recaídas deberán, ahora, ser analizados a la luz de la complejidad del análisis llevado a cabo por los expertos del PSOE.

De igual modo que las palabras pueden significar diferentes cosas, como Humpty Dumpty se encargaba de recordar a Alicia, un tipo único puede implicar cosas muy diferentes en contextos distintos. Dos y dos, se dice con contundencia, serán siempre cuatro, olvidando añadir que estamos razonando 'en base 10'. Porque en otra base, el resultado de sumar dos y dos puede ser completamente diferente al previsto.

Ahora se propone un tipo bastante único, cuyos detalles no conocemos totalmente pero, sobre todo -como era de esperar-, se propone una base completamente diferente de la contemplada en el actual impuesto sobre la renta de las personas físicas. Una base amplia, integradora de los rendimientos del trabajo, por supuesto, pero también de los del capital. Las apreciaciones sobre la idoneidad relativa del modelo del Gobierno y el propugnado por los socialistas han de someterse a nuevo escrutinio.

De hacerse las comparaciones de modo homogéneo, si a la base actual del impuesto se le aplicase un tipo único, aún dotado de un amplio mínimo exento o tramo a tipo cero, el resultado sería formalmente progresivo pero la progresividad se atenuaría de modo significativo a partir de los primeros escalones de renta. Y si quisiera aumentarse sensiblemente la progresividad sería necesario introducir un mínimo exento tan elevado que la pérdida recaudatoria resultaría inaceptable.

æpermil;stas eran las objeciones oficiales razonables, a las que se añadían otras que resultan irreproducibles por respeto intelectual a los lectores. Pero ahora estamos en otro escenario, en un modelo de impuesto alternativo en el que las comparaciones han de hacerse, como señala la comisión de expertos del PSOE, sobre el conjunto del sistema y no tomando el rábano del impuesto por las hojas de su tipo.

Claro que los expertos no señalan que la única alternativa razonable sea la del tipo único adicionado con un recargo. Caben otros esquemas, incluido el del mantenimiento de una tarifa con tipos diferentes por cada tramo de renta, como en el esquema tradicional del impuesto. Pero las ventajas atribuidas a un tipo casi único, principalmente en relación con la tributación efectiva del impuesto de sociedades, son una tentación bastante grande para su adopción en pos de la simplificación y, sobre todo, de la lucha contra la elusión y el fraude fiscal.

El problema crucial del actual impuesto sobre la renta es su falta de neutralidad en el tratamiento de las distintas fuentes de renta y en los usos de la misma, lo que afecta de lleno a la equidad, la eficiencia y el fraude.

Las reformas acometidas por el Gobierno han supuesto una disminución del potencial recaudatorio del IRPF, estimado en torno al 14% de su recaudación total. La discriminación en el tratamiento fiscal de las rentas según su origen afecta de modo especial a las rentas de trabajo, tratadas con mayor severidad que las del capital, con el resultado de una seria desfiscalización de los rendimientos del capital.

Pero el actual impuesto también discrimina los diferentes usos de la renta, primando diferentes formas de ahorro, en especial la inversión en vivienda y los fondos de pensiones, con efectos distributivos claramente regresivos. La desigual distribución del ahorro fiscal entre los distintos niveles de renta inducido por las rebajas del Gobierno ha corroborado esa orientación regresiva. Lo que, por cierto, es compatible con una subida de más de dos puntos y medio en la presión fiscal desde que gobierna el PP, fruto de las alteraciones en otros tributos y de la ausencia de actualización con la inflación de la tarifa y deducciones del IRPF.

¿Hay alguna conclusión? La que era esperable. Que la propaganda de injustas rebajas fiscales no puede sustituir al análisis de la lamentable realidad de nuestro sistema fiscal. Que la evasión y el fraude vienen facilitados por una estructura como la actual. Y que, no obstante, es posible mejorar la provisión de los servicios públicos que nuestra sociedad demanda sin elevaciones de la presión fiscal, con un impuesto mejor diseñado y una orientación diferente de la del Gobierno.

Los socialistas afirman saber cómo hacerlo. Habrá que escucharles.

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