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Futuro
Columna
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e=mc2

En el mundo empresarial, la transformación de logros lineales en exponenciales se llama sinergia y funciona de forma parecida a la fusión nuclear. Santiago Satrústegui aborda esta relación

Hace aproximadamente un siglo Albert Einstein revolucionó el mundo de la física con una nueva concepción de la relación entre energía y materia que, básicamente, lo que permitía era pensar en la generación de rendimientos (energía) exponenciales respecto al esfuerzo utilizado.

En la concepción tradicional (Newton), al considerarse constante la cantidad de energía del universo, se postulaba que debería existir una relación proporcional entre un rendimiento y el esfuerzo necesario para conseguirlo. Pero e=mc2 prometía generar más energía con menos coste.

Después de tan tremendo salto conceptual y a medida que avanzaba la investigación nuclear se fue descubriendo que aunque era posible obtener una gran cantidad de energía con un aparente bajo consumo de materia, se abría un alto riesgo de impacto negativo en la salud de las personas, en la seguridad de las naciones y en la conservación del medio ambiente.

El crecimiento sostenible es desde entonces el punto de encuentro de los partidarios del desarrollo con los partidarios de la conservación y define, salvo sorpresas, la estrategia de la especie humana respecto a siglos venideros.

En el mundo empresarial, la vía para la transformación de logros lineales en logros exponenciales se llama sinergia y funciona de forma parecida a la fusión nuclear. La acción de dos causas produce efectos superiores a la suma de los efectos individuales. Las consecuencias, más beneficio con menos trabajo, son idénticas y también lo son los riesgos colaterales, que pueden ser devastadores para clientes y accionistas.

Este descubrimiento se remonta a los años sesenta, pero desde entonces se ha ido perfeccionando y ha sido el desarrollo de las comunicaciones el elemento facilitador de su explotación máxima. A partir de ahí, las stock options han demostrado ser tan eficaces incentivando a los gestores de las compañías hacia la obtención de ingentes cantidades de rendimientos a corto plazo como lo fue bombardear con un neutrón el núcleo de un átomo.

Esta semana, el hijo de uno de los fundadores de Merrill Lynch reveló el principio secreto que hizo grande a su empresa: 'El interés del cliente siempre debe ser lo primero'. Newton no podría explicarlo de una forma más sencilla, pero la posibilidad de obtención de rápidos beneficios constituye una permanente amenaza contra ese rotundo fundamento que solamente puede ser neutralizada desde una fuerte convicción en la dirección de la compañía y normalmente ésta derivará de un compromiso estable en el tiempo.

Nuestro presidente del Gobierno, refiriéndose a la ética del trabajo, también defendía esta semana los planteamientos newtonianos en una conferencia sobre la responsabilidad social de las empresas: 'No conozco más cultura que la del esfuerzo, no concibo lo que no se obtiene con el trabajo'.

Evitar los conflictos de interés es el reto de las empresas financieras en los próximos años y sólo superándolo con éxito podrán recuperar una confianza tan cuestionada en estos momentos. Charlie Merrill y el resto de sus socios sabían ya en 1940 que la credibilidad no se gana con palabras sino con actuaciones y a lo largo del tiempo.

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