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Retos de la gestión
Tribuna
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Entre imponer y compartir

La propia palabra jerarquía está cargada de una serie de connotaciones que chocan con el concepto moderno expuesto por el profesor Calleja. Nada más lejos de mi intención que discrepar del mismo ni de entablar un debate semántico sobre una palabra para discutir su idoneidad. Todo lo contrario.

El meollo de la cuestión está en la frase final del artículo citado que, a mi juicio, pone el dedo en la llaga: 'El secreto no está en la anatomía, sino en el alma'.Y estoy convencido de que el alma de una organización reside en la capacidad individual de concesión, en la capacidad de adaptación a circunstancias cambiantes y, en definitiva, en las actitudes que impregnan a sus miembros.

Me atrevería a decir que, con estas tres cualidades, entendidas y vividas por una mayoría de los individuos de la organización, no es necesario apelar demasiado a las jerarquías ni dedicar mucho tiempo a decidir el tipo de estructura organizacional. Naturalmente estas capacidades no se pueden imponer y suelen ser el resultado de un 'estado de gracia' que se corresponde con las cualidades propias de un líder moderno, capaz de transmitirlas a la organización.

Desgraciadamente, cuando esta situación idílica no se produce, se acude a la receta de cambiar la estructura, la anatomía, de la que acertadamente habla el profesor Calleja. Hay muchos enemigos disfrazados de excelentes criterios que son capaces de minar las capacidades antes aludidas del alma de la compañía: los resultados, el grado de cumplimiento de las expectativas, los sistemas de accountability e incluso los programas de incentivos pueden enfrentar a los empleados si éstos no anteponen los intereses corporativos a los suyos personales.

Es, precisamente en estas circunstancias, cuando la capacidad de liderazgo tiene que demostrar la diferencia entre dirigir y liderar. Entre imponer y compartir. En definitiva, entre reestructurar la anatomía o proceder a una reflexión profunda sobre el alma de la organización.

Las nuevas jerarquías tienden a construir organizaciones abiertas en las que se derriban las barreras que los individuos y los departamentos tratan, a veces, de construir a su alrededor. Sobre todo, constituyen una garantía para compartir conocimientos, para optimizar relaciones y para que la organización crezca de manera ordenada y sostenida.

Las organizaciones dotadas del concepto de nuevas jerarquías no premian los logros individualizados, por brillantes que éstos sean, si no van acompañados de un auténtico espíritu de conocimiento compartido que redunde en beneficio de toda la organización.

Las nuevas jerarquías son, en definitiva, la demostración palpable de la actitud que la dirección de la entidad propone a toda la organización como modelo de comportamiento. Porque ya no basta con compartir y asumir objetivos. Hay que unificar 'los modos' para lograrlos y para ello nada mejor que predicar con el ejemplo. La vieja receta de siempre, aplicada al concepto moderno de jerarquía.

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