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Argentina

Lavagna se fija como objetivo lograr un acuerdo con el Fondo Monetario

En pocas horas, el sucesor de Jorge Remes Lenicov ha desactivado las esperanzas de los partidarios de un tipo de cambio fijo para evitar que Argentina caiga en la hiperinflación. Sus primeras definiciones han sido tan similares a las de su antecesor que muchos se preguntan cuál ha sido la razón de este cambio de funcionarios. Un interrogante que ha comenzado a crear temores de un nuevo y definitivo fracaso del presidente Eduardo Duhalde.

Según Lavagna, ha habido posiciones de 'fanatismo' a favor y en contra de una negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, al evaluar que hacerlo 'es una gran posibilidad de salir de la actual situación', lo ha colocado entre las primeras. En este sentido, el nuevo ministro ha elogiado los 14 puntos firmados la semana pasada entre los gobernadores provinciales y Duhalde, que han permitido la continuidad de éste y su propia designación al frente del Palacio de Hacienda.

A pesar de las escasas definiciones concretas, lo más importante es su decisión de reabrir hoy el mercado de cambios sin alterar la política de flotación del peso. 'No se moverá más allá de los valores que ha tenido', dijo. ¿Cuál es la base de esta afirmación? Fundamentalmente, el acuerdo cerrado con el presidente del Banco Central, Mario Blejer, para intervenir en el mercado al igual que se ha venido haciendo desde que se liquidó el cambio fijo de 1,40 pesos por dólar adoptado tras la devaluación de enero. Y, además, la promulgación de la ley que impide ejecutar las decisiones judiciales de primera instancia para que se devuelvan depósitos del corralito hasta que haya un fallo de la Corte Suprema.

Fuentes cercanas al nuevo ministro dejaron trascender que su voluntad es instrumentar el plan que llevó a la caída de Remes. Esto es, el canje de los depósitos por bonos a largo plazo, en pesos y dólares. La única variación sería que los bancos 'constituyan alguna forma de respaldo sobre sus depósitos'. El problema es que Blejer no estaría de acuerdo, al igual que los banqueros y el FMI, con esta posición, además de no estar claro cuál sería ese respaldo. En quiebra técnica y sin respaldo de sus matrices, los bancos extranjeros que operan en Argentina han hecho saber que no están dispuestos a enviar un solo dólar al país. En el caso de los bancos estatales, el Gobierno podría prestarles auxilio, pero esto no resuelve el problema de los privados. Más complejo aún es el interrogante de por qué los ahorradores aceptarían ahora lo que no estaban dispuestos a convalidar hasta la semana pasada.

Tampoco aporta novedades el ministro en las demás cuestiones. Lavagna también es partidario de derogar la Ley de Quiebras que protege a las empresas locales y extranjeras frente a sus deudores, y de dejar sin efecto la de Subversión Económica que hace pender amenazas jurídicas sobre los directivos de los bancos, acusados de no respetar el corralito. En este sentido, se busca cumplir con el FMI, a pesar de los desacuerdos que esto plantea con muchos legisladores y parte del poder económico.

De esta manera, todo indica que la situación no se ha movido, en términos de dinámica económica, del punto en el que se encontraba en el momento de la dimisión de Remes Lenicov. Los gobernadores provinciales, que se han mostrado firmes sostenedores de no romper con el Fondo, no quieren, al igual que Duhalde, que la inflación se dispare hasta alcanzar niveles insoportables que pongan en cuestión la gobernabilidad del país. Pero anclar la moneda supondría crear un mercado paralelo, que formalizaría la huida rápida de la moneda nacional por parte de sus tenedores. De allí a la hiperinflación habría un trecho muy corto. Si la elección fuese la libre flotación de la moneda sin intervención de la autoridad monetaria, el resultado sería el mismo. La decisión de Lavagna no hace más que continuar lo hecho por Remes. Y si políticamente tampoco se ha alterado nada, ¿cuál será la magia que trae el nuevo ministro?

Un ministro del consenso radical-peronista

 

 

Ningún otro economista argentino reúne las condiciones políticas del hombre que el ex presidente Fernando de la Rúa designó como su embajador ante la UE en 1999.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Roberto Lavagna sorprendió a propios y extraños cuando, en 1985, aceptó ser secretario de Industria y Comercio del entonces presidente radical, Raúl Alfonsín. Sus compañeros del Partido Justicialista (peronista) vieron en aquel acto una 'traición', pero con el tiempo no sólo le perdonaron sino que hasta le comprendieron. Y hasta le perdonaron cuando, dos años después, se marchó de aquel Gobierno al que acusó de estar realizando una política de masiva emisión de bonos para financiar el déficit fiscal y evitar el hundimiento del peso, cosa que acabó ocurriendo un año y medio después, llevando a la hiperinflación.

 

 

 

 

 

 

 

Hombre de carácter reservado, de tendencias heterodoxas pero para nada populistas, y técnico de consulta obligada para temas relacionados con el Mercosur y la integración comercial, Lavagna vuelve ahora como un símbolo de la colaboración de los dos partidos tradicionales, integrados en el Gobierno de Eduardo Duhalde. Y regresa cuando otro festival de bonos -una frase que integra el repertorio clásico de la política argentina desde que él la acuñara-, ha llevado al país a su mayor desastre económico y social. Tras 10 años de endeudamiento masivo por la emisión de títulos públicos durante las gestiones de Carlos Menem y De la Rúa, Lavagna se enfrenta a la ímproba tarea de desactivar el corralito, salvar el sistema financiero, impedir la hiperinflación y un nuevo estallido social.

 

 

 

 

 

 

 

Este técnico y flexible político de 60 años apelará para su misión al grupo de economistas que le acompañan desde finales de la década de los noventa en su fundación Ecolatina. De neta formación industrialista, su equipo, al igual que él, tendrán que batallar con el problema previo de ordenar las finanzas del país. Para ello, deberán ofrecer soluciones a intereses tan contrapuestos como los de los ahorradores y los de los bancos. Componedor a ultranza, metódico y frío, Lavagna está obligado a utilizar toda su experiencia y su carácter para llevar a cabo con éxito la misión imposible que le ha encargado in extremis su compañero Duhalde.

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