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Miradas digitales
Columna
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Derechos (re)torcidos

El mundo financiero tiene tantas asignaturas pendientes que nadie entiende como pasa cada año de curso. El papel de las auditoras ahora en revisión gracias a Enron, donde no son capaces a acercarse al valor real de sus activos, es buen ejemplo. Otro puede ser el papel de la CNMV, que esta semana ha pedido a La Seda de Barcelona explicaciones sobre su anunciada recuperación del dividendo en lugar de requerirlas sobre el extraño movimiento de títulos en los días previos a su aún inexplicado repunte de casi un 30% en un día con millón largo de títulos intercambiado. Pero estas son asignaturas más que estudiadas por el lector de un diario de información económica. Las optativas que probablemente no sean tan populares tienen más que ver con Internet y el nuevo mapa económico que dibuja para desesperación de los viejos jugadores de esta mesa de póker repleta de cartas marcadas que es la vieja economía. Y sobre todo tienen que ver con los derechos de autor/editor y su regulación tan compleja como polémica.

El verdadero triunfo de la operación que lleva el mismo sustantivo por denominación ha sido darnos a conocer la triste realidad de los denominados 'derechos de autor'. A los ganadores les han 'adelantado' como premio los derechos de las 150.000 primeras copias de sus discos en solitario. Y por cada copia les han adelantado la mísera cantidad de 0,6 euros que van a suponer un porcentaje tan nimio del coste de venta al público de sus discos que estremece a cualquiera. Pero más grave aún ha sido que un euro (casi el doble que los derechos de Bisbal, Bustamante y Rosa) de los discos vendidos antes haya sido recaudado para una asociación benéfica. Lo benéfico está bien, pero evidencia cuál es el beneficio real de esos derechos, que en absoluto compensan a los autores, sino a los editores, a los distribuidores y a las asociaciones benéficas montadas por los próceres a quienes bailan el agua los enriquecidos editores musicales.

Y como los navegantes más tontos de la Red hacen relojes de madera que funcionan, esta semana pasada hemos sabido que los usuarios siguen intercambiando su música al margen de la industria. No siguen, aumentan esa tendencia, habiendo crecido en este trimestre pasado un 6% el número de millones de visitas (de 10,7 a 11,3) a sitios de intercambio gratuito, mientras las visitas a los sitios animados por la industria discográfica caían un 20% (de 2,5 a dos millones). El castigo es tan duro como para hacer pensar que la estrategia sea errónea y que no podemos seguir criminalizando a todo el mundo ni pensar que esos 11 millones largos de usuarios son piratas al margen de la ley. Si no fuera porque la tendencia estratégica, tan errada como inverosímil, de la que hablamos inunda la vida social, cultural y política de países vecinos como Francia, con resultados pavorosos para la democracia, podríamos considerarlo una graciosa anécdota. Pero hay más.

La semana pasada incidíamos en la capacidad de Internet para desvelarnos información. Pero Internet tiene capacidad también para reírse de todos nosotros. Sobremanera de los más poderosos, de aquellos que pretenden liderar nuestras vidas. ¿Conoce usted la postura de los republicanos en EE UU sobre los temas sexuales de más rabiosa actualidad? Pues sorpréndase apuntando su navegador a esta dirección: www.whitehouse.org/initiatives/purity/index.asp. No, no es cierto, es una parodia. Pero hay ocasiones en que parece real como la vida misma, que sigue tan (re)torcida como siempre.

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