Innovación, triunfo y fracaso
La capacidad innovadora es un valor empresarial importante y cada vez más necesario, especialmente en las pymes. Para innovar de forma sistemática y continua se requieren ideas viables, pero también recursos financieros, gestores y técnicos, conocimiento del mercado, tiempo, capacidad para afrontar la incertidumbre. El entorno jurídico registral debe permitir su apropiación y aportar protección frente a copias y falsificaciones. Aun así, el riesgo asumido es alto porque las normas pueden ser alteradas por competidores más potentes o porque la dependencia de grandes distribuidores puede dificultar la entrada en el mercado.
La creencia de que la mayor parte de la innovación procede de las pymes tiene poco fundamento, aunque muchos cambios radicales en proceso y producto han sido originados por empresas pequeñas. Según un informe de la Dirección General de Pymes publicado este año, entre 1995 y 1999 las empresas españolas aumentaron su gasto real en I+D un 21%, pero en las pequeñas empresas, respecto de las grandes, proporcionalmente, hay 3,6 veces menos empresas innovadoras, que realizan un esfuerzo innovador 2,2 veces menor, para conseguir vender cuatro veces menos productos vinculados a la mejora técnica.
En su libro de 1985 Innovation and entrepreneurship, Peter F. Drucker señala que la actividad emprendedora no depende del tamaño ni de la tasa de expansión. Si las empresas pequeñas innovan menos es debido a razones derivadas del cálculo económico, no a conservadurismo.
Los datos mencionados no hacen palidecer el esfuerzo de las pymes que tienen serios handicaps para acceder al mercado. Suelen carecer de imagen de fiabilidad, de marca acreditada y de medios para posicionarse con rapidez, con lo que la dificultar de rentabilizar su inversión es tan elevada que, en muchas ocasiones, aconseja desistir de la inversión requerida. En otros casos la innovación requiere ir acompañada de otras características que añadan el plus de diferencia que permita aumentar el precio.
Sin embargo, en mercados abiertos, con cambio rápido en producto y en proceso de producción, la aportación de innovaciones que aporten diferencias claras es una forma de escapar, al menos transitoriamente, al descenso de márgenes y al incremento de competencia proveniente de países con menor coste de producción.
La mayor parte de las empresas españolas opera en mercados maduros, pero no exentos de cambio en proceso y producto. La posición competitiva depende de la mejora continua de calidad y servicio paralela a medidas defensivas en control de costes junto y a otras, más agresivas, como la renovación continua de catálogos, mejora de prestaciones y readecuación de productos. Los cambios en este ámbito pueden ser drásticos y altamente beneficiosos para el cliente sin que sea fácil patentarlos.
Antes de lanzar un nuevo producto, como puede ser el integrar micropartículas de efectos bacterífugos y fungífugos en una fibra, o directamente en un tejido, deben hacerse muchas pruebas y verificaciones hasta dar con una versión apropiada al fin de prevenir problemas en pieles sensibles.
Siempre puede decirse que el producto final no es nuevo, pues las prendas realizadas con esa materia ya existían, o puede decirse que la mejora científica o tecnológica realizada no es sustantiva. Considerar la innovación sólo desde el punto de vista de la mejora tecnológica sustancial antepone la técnica al mercado, aunque el resultado sea un producto que antes no existía y con prestaciones cualitativamente diferentes que añaden valor inequívoco al cliente.
Si es así, las empresas que producen la innovación no tendrían beneficios fiscales por esta actividad. Este enfoque restrictivo si se conoce con anterioridad desalienta la innovación y, si aparece como discrepancia en el curso de una inspección fiscal, frustra expectativas con el mismo efecto futuro. Añádase que cuando el producto está en el mercado siempre es posible que una empresa mayor consiga un efecto similar y se beneficie de contar con una marca establecida, una gran red de comercialización y otras ventajas.
En estas condiciones el innovador puede considerar que el riesgo de lanzar el producto de forma independiente es demasiado alto y que es mejor ofrecerse como suministrador de la gran empresa renunciando al intento de vender directamente. El resultado es reducción de la permeabilidad en el sistema empresarial y pérdida de posibilidades de que las pymes recompongan la estructura de los mercados en que se mueven.