La dama blanca
Con una uva como insignia, la verdejo, Rueda recorre el Duero para ofrecer al mercado nacional e internacional los grandes blancos de España
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ierras pardas, viñas bien cuidadas, pequeñas localidades prósperas donde el vino es el motor de su economía. Así es Rueda, un paraíso de vino blanco dentro de una de las franjas vinícolas más importantes de nuestro país, la que recorre el Duero en su camino hacia Portugal.
Con una historia enológica larga que les vincula hacia vinos encabezados, oxidativos y de alta graduación, Rueda ha sabido reconvertir su pasado hacia un prometedor futuro que hoy ya es realidad y que está fuertemente vinculado a una única variedad, la verdejo, implantada en la zona por los mozárabes. Esta uva autóctona y tan característica, que soporta los austeros inviernos y la sequía, ha sido la apuesta de la denominación, que inició la nueva andadura gracias al empeño de bodegas y bodegueros emprendedores. Este fue el caso de Marqués de Riscal, riojanos que buscaron en Rueda la fascinación de los blancos que no lograban en su tierra natal. Todo estaba por hacer y los resultados no se hicieron esperar. Más cuando acompañando a esta magnífica verdejo aparece la francesa sauvignon blanc, que complementaba las virtudes del viñedo autóctono y proporcionaba un alto potencial aromático al vino. Poco a poco los viticultores de la zona asumen el cambio de esos visionarios y comienza la replantación del viñedo estructurado bajo modernos conceptos. Se abandona la oxidativa palomino y entran de lleno la verdejo y la sauvignon blanc. El Consejo Regulador apoya plenamente estas iniciativas, creando dos categorías para el vino acogido en su DO. Así, se diferencia entre Rueda y Rueda Superior, dejando para esta última aquellos vinos elaborados con un mínimo del 75% de la uva verdejo, ahora denominada Rueda Verdejo y aumentando el porcentaje obligatorio a 85% para hacer todavía más hincapié en el carácter diferenciador.
Rueda cuenta con todos los condicionantes que hacen posible el correcto crecimiento de cepas, con clima seco y frío, continental extremado, de largos inviernos y heladas frecuentes. La altitud de la comarca, que oscila entre 500 y 700 metros, y su orientación en un plano inclinado hacia el norte influye en esa frescura climática, permitiendo lograr vinos blancos de intenso aroma y gran elegancia. En cuanto al terreno, Rueda se asienta sobre suelos de escasa fertilidad, que dan como resultado unos rendimientos muy bajos por hectárea y una excelente calidad en el fruto. La denominación abarca más de 5.000 hectáreas de viñedo, bañada por el Duero y sus afluentes, ocupando las provincias de Valladolid, Segovia y Ávila.
En la actualidad sus vinos han sabido conquistar los paladares de todo el país, luchando por hacerse un sitio en el mercado internacional. Los generosos han ido dejando paso a los blancos frescos y afrutados, con gran cuerpo y peculiar posgusto amargo y con todos los aromas frutales que proporcionan sus dos variedades clave. Son vinos que llenan la boca de suavidad, redondos, con bellos colores dorados y tonos verdosos, muy brillantes, y con una acidez que permite su envejecimiento en madera. Recientemente la denominación ha cobijado también los tintos bajo su paraguas, antes limitado sólo a blancos, incluyendo los vinos de la Tierra de Medina.
Rueda ofrece así vinos que invitan a beber como los que producen las tres bodegas presentadas a continuación: la ya nombrada Marqués de Riscal; un clásico en la zona como es Vinos Sanz, que ha querido hacer un vino de pago escogiendo las cepas más nobles de su finca La Colina, y la fuerza expresiva de Dos Victorias, una bodega innovadora que nos descubre un Rueda 100% verdejo, absolutamente plagado de matices aromáticos.