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La opinión del experto
Tribuna
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Cooperativismo latinoamericano

Antonio Cancelo explica de primera mano el contraste de culturas y lo enriquecedor que es conectar con un cooperativismo joven y fuertemente ideologizado

Todos estaban profundamente interesados en la corrección del texto de la resolución 128 que la Asamblea General de la OIT piensa adoptar con motivo de su reunión de la próxima primavera en Ginebra, en la que se recomienda a los Gobiernos el enfoque a adoptar sobre el desarrollo de las cooperativas. La importancia del encuentro con presencia de todo el cooperativismo latinoamericano, se vio realzada por la asistencia del presidente de la ACI (Alianza Cooperativa Internacional) Ivano Barberini, amigo desde hace muchos años y actual máximo responsable del cooperativismo mundial.

Sin quitarle trascendencia al hecho central del encuentro, que se saldó con la firma solemne de un documento de consenso por parte de las delegaciones de los países asistentes, me llamó mucho más la atención la simbología, creo que un poco naíf, de que estuvo rodeado el acontecimiento. Todo el mundo en pie, se cantó en primer lugar el himno de Costa Rica, el hecho tenía lugar en San José, para después entonar el himno del cooperativismo y a continuación expresar por escrito en globos por parte de los asistentes un deseo y mantenerlos durante un tiempo flotando en el aire.

Ese acto inaugural lo viví, contagiado por la emoción de los presentes, como la primera manifestación de un contraste de culturas que no haría sino reproducirse en los múltiples encuentros que a lo largo de 15 días tuve la ocasión de mantener en un auténtico peregrinaje cooperativo por diferentes comarcas y regiones de Costa Rica y República Dominicana. La planificación ligera de cada jornada comenzaba con un horario puramente indicativo que para lo único que servía era para que yo esperara por lo menos durante una hora la salida efectiva. Luego los retrasos se acumulaban y llegamos a alguna visita tres horas más tarde de lo pactado, sin que ello diera lugar al menor gesto de contrariedad por quienes esperaban. Claro que, pasados los días, ahora me pregunto si habían esperado. Lo peor es que esa parsimonia se mantenía incluso cuando teníamos citas con ministros y hasta con presidentes de Gobierno, sin que, pese a nuestros retrasos, llegáramos nunca tarde, de donde se confirma que el único aculturado era yo.

Las reuniones fueron enormemente enriquecedoras, permitiendo conectar con un cooperativismo joven, fuertemente ideologizado, con una cierta idea romántica de la vida, cuyos dirigentes mantienen una religiosidad profunda que no evita los signos externos y que recuerda la situación del cooperativismo español de hace 30 años. Las cooperativas tienen, salvo excepciones, un ámbito local o comarcal como mucho, en cuyo entorno ejercen un papel de articuladoras de la sociedad, más en el medio rural, mostrándose como el agente económico y social más activo de la zona, con un amplio reconocimiento de los socios y de los ciudadanos en general.

Actúan todavía en mercados bastante protegidos, sobre todo en Costa Rica, donde el Estado tiene una gran presencia en la economía, habiendo fracasado hasta ahora los intentos privatizadores por la fuerte oposición de la sociedad civil. La inevitable apertura de los mercados es una circunstancia que el cooperativismo de esos países tiene que considerar sin pérdida de tiempo, so pena de tener que afrontar un fuerte incremento de la competencia sin la preparación adecuada.

El minifundismo es la norma y así pueden encontrarse multitud de cooperativas de ahorro y crédito de pequeña dimensión en áreas reducidas que gozan de un importante prestigio, pero cuyo futuro se halla fuertemente amenazado si no se producen, y aceleradamente, procesos de fusión que las doten de la talla crítica necesaria para la pervivencia.

Sobre estos asuntos relativos a la adaptación empresarial versaron muchas de mis charlas, la mayoría sujetas a la misma espontaneidad de los horarios, ya que llegábamos a una población, nos introducían en un salón de actos donde los dirigentes locales hacían una breve reflexión sobre la importancia de mi presencia y me invitaban a subir a la tribuna para pronunciar una conferencia. En estos intercambios de ideas, los coloquios funcionaban muy bien por escrito, descubrí una de las trampas habituales del lenguaje cual es la de utilizar los mismo vocablos dándoles significados distintos. Mi concepto de integración como creación de grupos empresariales con dirección estratégica unificada era interpretado inicialmente como asociación a federaciones o a institutos de desarrollo cooperativo.

Por cierto, los institutos, tanto Infocop en Costa Rica como Idecop en República Dominicana, se hallan muy cerca de las cooperativas y constituyen poderosos medios oficiales para su desarrollo, envidiables desde la perspectiva europea. Una última característica de este joven cooperativismo es la de que su referencia máxima como modelo y su lugar de peregrinación es Mondragón Corporación Cooperativa, donde dicen encontrar el deseado equilibrio ideológico-empresarial al que aspiran.

Esta constatación da pie para una colaboración que no ha hecho más que empezar, pero que estoy seguro que dará buenos frutos, sobre todo si el Gobierno español se da cuenta de la importante contribución que puede hacer, además con pocos recursos, al desarrollo de unos países para los cuales España constituye a la vez un sentimiento y una esperanza.

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