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Comunicación

Un empresario con relevantes conexiones políticas

El imperio hoy tambaleante del magnate Leo Kirch inició su andadura en 1959 tras comprar los derechos comerciales de la película La Strada a Federico Fellini para revenderlos después a las cadenas de televisión.

Los beneficios que le reportó esta operación inicial, financiada con 25.000 marcos de la época prestados por la que hoy es su mujer, le permitieron constituir la empresa de distribución Beta Film, que hoy gestiona un catálogo de 15.000 películas y 50.000 horas de series y programas de televisión.

Desde entonces, la empresa, contando con apoyos más o menos explícitos del poder político alemán en todas sus vertientes, consolidó un auténtico gigante mediático. Leo Kirch estuvo muy bien relacionado entre los políticos conservadores de la CDU, especialmente cuando Helmut Kohl era canciller. Se definía a sí mismo 'no como un político, sino como un empresario con conocimientos de política'.

La primera licencia de TV que consigue, Sat. 1, el germen de su imperio, la obtuvo gracias a sus relaciones con el gobernador del Estado de Renania-Palatinado, de la CDU. El apoyo era inequívoco. Cuando la Comisión Europea comienza a investigar las alianzas de Kirch con Bertelsmann en torno a la TV digital, en 1994, es el propio Helmut Kohl el que se presenta al por entonces presidente de la Comisión, Jacques Santer, e intercede por la operación amenazando con iniciar una guerra si no se aceptan los acuerdos. La Comisión cedió. En los últimos años, su gran apoyo ha sido el candidato conservador en las próximas elecciones alemanas, Edmund Stoiber.

Su imperio está considerado como la segunda empresa del sector en Alemania, después del grupo Bertelsmann, con accionistas en su capital tan relevantes como Rupert Murdoch, Silvio Berlusconi y el príncipe saudí Alwaleed Bin Talal.

La quiebra presentada ayer era un secreto a voces desde hace ya varios meses. Su elevada deuda, originada por la compra voraz en competencia con el grupo Bertelsmann de derechos de retransmisión de grandes eventos deportivos (fórmula 1, Liga de Fútbol alemana y Mundiales de Fútbol de 2002 y 2006), fue el origen de su crisis.

El castillo de naipes, construido con créditos bancarios que permitieron financiar la agresiva expansión de la compañía en el mercado audiovisual alemán, comenzó a estremecerse el pasado mes de febrero.

Entonces, el presidente del Deutsche Bank, Rolf Breuer, expresó en público sus dudas respecto a la capacidad del Grupo Kirch para hacer frente a su endeudamiento y a las necesidades de financiación de su filial KirchMedia, entidad en la que el holding ha agrupado la gestión de los derechos deportivos y cinematográficos.

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