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La enoteca

A pie de montaña

Somontano acoge, a los pies de las estribaciones pirenaicas, unas pocas bodegas de revolucionarias prácticas vitícolas y concepciones vanguardistas

Es la única zona vinícola de la provincia de Huesca y, a pesar de su reciente creación, la comarca posee un largo pasado cercano al vino. Con tradición elaboradora vinculada a sus numerosos monasterios, Somontano vio revitalizada su actividad productora gracias a su cercanía con Francia, generando unos vinos de mayor acidez y menor grado alcohólico, lo que les proporcionaba un gran equilibrio y la llave para entrar en el comercio exterior.

A pesar de sus limitadas proporciones, siendo una de las denominaciones más pequeñas de España, Somontano es una de las zonas vinícolas más populares y dinámicas. Con 3.400 hectáreas dedicadas al cultivo de la vid, la mayoría dentro de la comarca de Barbastro, la denominación se crea en 1984 acogiendo en su seno las escasas bodegas: pequeños productores clásicos y tres grandes bodegas de mentalidad abierta que son hoy el motor propulsor de esta zona, Bodegas Enate, Bodegas Pirineos y Viñas del Vero.

Somontano está situado a los pies del Pirineo, en un altiplano que baja hasta el valle del Ebro. El río Alcanadre divide la zona en dos partes: el Somontano de Huesca al oeste y el de Barbastro al este y la comarca tiene tres subzonas diferenciadas, las sierras, el somontano y las llanuras. Los terrenos sobre los que se asienta la cepa son idóneos, de tipo pardo-calizo, pobres en materia orgánica y de adecuada permeabilidad. El clima también ayuda, con inviernos fríos, contrastes extremos y muchas horas de sol.

Allí encontramos variedades tradicionales como la moristel, uva tinta con la que todavía se elaboran rosados y tintos. Pero las líneas de producción marcadas por las tres grandes bodegas han impuesto nuevos criterios, lo que ha llevado a un paulatino abandono de esta variedad hacia otras con mayor potencial, como tempranillo y cabernet sauvignon, que comparten territorio con merlot, chardonnay, macabeo y pinot noir. Su afán de renovación les ha conducido a experimentar la adaptación de otras cepas como riesling, chenin blanc o gewürtztraminer.

Los vinos son, en su mayor parte, monovarietales y los modos de elaboración y crianza se basan en tecnología de vanguardia, contando con acero inoxidable, frío y madera nueva del mejor roble para crear verdaderas joyas. En general, la zona produce blancos procedentes de macabeo o chardonnay. Sus clásicos rosados siguen elaborándose con la autóctona moristel, así como con garnacha. En tintos, presencia casi obligada de tempranillo y cabernet sauvignon, en vinos con equilibrio acidez-alcohol y unos taninos suficientemente marcados que permiten una larga crianza en roble y en botella.

La apuesta de las tres principales bodegas se ha dirigido hacia la renovación de la imagen del vino en el mercado español, rompiendo con tópicos aristocráticos, de terruño y de noble pasado y acercándose al nuevo consumidor a través de imágenes frescas, renovadoras, creativas y, en ocasiones, absolutamente rompedoras. Y esta filosofía común se ha materializado desde las propias instalaciones -que han huido de penumbras y artesonados en naves subterráneas a bodegas modernas, de líneas puras, sencillas, permitiendo un trabajo limpio y eficiente- hasta sus vinos, con el sello personal de sus enólogos, con cupajes atrevidos, con diseños que son pura creación. Enate ha roto esquemas llevando el arte a sus etiquetas, Viñas del Vero se ha apoyado en la experiencia del enólogo Pedro Aibar y Pirineos ha consolidado en pocos años una presencia real en los mejores restaurantes del país.

Vinos sugerentes y sorprendentes que dejarán buen recuerdo en su paladar sin molestar en exceso al bolsillo.

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