Democracia directa
Desde que Al Gore inventase Internet, como recuerdan irónicamente en EE UU cada vez que pueden, se intenta poner adjetivos a la revolución que la Red de Redes ha puesto en marcha ante los ojos incrédulos de los más pudientes. Como siempre que una nueva herramienta se pone en manos de la humanidad, han corrido ríos de tinta en busca de algo con lo que identificar semánticamente lo acontecido, lo que ahora nos sucede y lo que está por suceder. Elemento vertebrador, red neuronal, elevador de la comunicación al estado de religión o simple potenciador o canal de lo ya conocido. Cientos de eufemismos han ido acumulándose en torno a una abstracción cada día más extendida y más familiar, que en ningún caso apuntan a la verdadera esencia de lo que supone y supondrá Internet.
Ciertamente, está siendo una herramienta que facilita la comunicación, que abre posibilidades inimaginables al comercio, que iguala las posibilidades de todos y que eleva las posibilidades de la formación y de la información a cotas superiores a cuanto imaginábamos hace tan sólo un lustro. Pero, sobre todo, posibilita una evolución que nadie hubiera soñado: la sustitución por la democracia directa de la democracia representativa que nos ha acompañado desde que la Grecia clásica nos brindara este paso evolutivo tan firme.
Porque, si hay algo que permite Internet, es ejercer nuestra ciudadanía en cualquier momento y cualquier lugar. Realizar referendos sobre cualquier tema trascendente puede ser a la vuelta de la esquina (¿un siglo?) cómodo y simple. Tan simple como que recibamos en nuestro ordenador de mano un aviso para que decidamos si aceptar o no esta o aquella ley del aborto.
Acabados los costes mastodónticos de las consultas populares y las dificultades comunicativas entraremos en una nueva forma de democracia que aún está por dibujar. Y mientras llega el momento podemos hacer pequeños ensayos para el futuro. Podemos intentar (y espero que conseguir) que pasado mañana el tribunal nigeriano de Sokoto perdone a Safiya de la pena de muerte por lapidación a que está condenada por una ley prehistórica que aún gobierna a muchos en el mundo. Podemos hacer un último esfuerzo y acudir a la web www.amnistiaporsafiya.com para superar las 600.000 firmas en favor de esta mujer condenada por una ley injusta en un mundo tan injusto como hipócrita.
Podemos también enterarnos de denuncias que no suelen llegar a los medios y que pueden cambiar nuestra perspectiva de algunas cosas. Como la Cumbre Europea y documentos como el que dice mostrar la presunta participación de policías secretas encapuchados que podrían haber creado presuntamente momentos de confusión.
Todavía no podemos votar leyes, pero podemos impedir que borradores obtusos se conviertan en proyectos de ley. Hay pocos españoles que sepan aún de la existencia de un borrador de protocolo sobre racismo y xenofobia que podría establecer la criminalización de ciertos contenidos en Internet considerados como ofensivos.
Un nutrido grupo de organizaciones civiles de todo el mundo considera, con toda lógica, que su texto ha de ser publicado para permitir el debate. Y para conseguirlo invitan en una web con versión española (www.gilc.org/speech/coe_hatespeech_spanish.html) a que reclamemos el conocimiento de ese texto... A que reclamemos para Dios lo que es divino y para el César lo que es cívico... y democrático.