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La opinión del experto
Tribuna
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Formar a los jefes

Antonio Cancelo analiza las cualidades que deben reunir los ejecutivos de hoy día, entre ellas la capacidad para saber comunicar y negociar, dirigir equipos y gestionar el tiempo

Hace unos días se celebró en el Palacio Euskalduna de Bilbao una jornada para reflexionar sobre las características de los directivos del siglo XXI, organizada por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD). Dentro de su desarrollo tuvo lugar la presentación del libro Dirigir en el siglo XXI, elaborado por la Fundación Española de Directivos a partir de una encuesta cumplimentada por más de 1.000 directivos, entre los que se incluyen desde presidentes y consejeros delegados hasta jefes de departamento.

En el apartado del libro que trata sobre formación y carreras profesionales se pregunta sobre la importancia de las habilidades requeridas para la gestión directiva en el futuro, comparadas con la formación actual que reciben los potenciales directivos.

Los ítems que ocupan los dos primeros lugares entre las características deseables de los directivos son el conocimiento de idiomas y las nuevas tecnologías, que además alcanzan una altísima puntuación, 6,4 y 6,3, sobre un máximo de 7.

Los factores señalados se anteponen a la capacidad de comunicación, conducción de grupos, negociación, gestión del tiempo, etc. Reconociendo la importancia del conocimiento de idiomas, mucho más en los mercados abiertos en los que hay que actuar, y de un cierto barniz de usuario elemental de los nuevos instrumentos de información y de comunicación, me asombra que un número tan alto de directivos como los que han respondido a la encuesta se decanten con tal nitidez por las primacías citadas. Para mí resulta de una claridad meridiana que a la hora de incorporar a un directivo se deba tener en cuenta su conocimiento de idiomas y si además se defiende con el ordenador, mejor que mejor, pero ni lo uno ni lo otro constituyen elementos esenciales -digo esenciales- de la función directiva.

De hecho resultará infinitamente más sencillo encontrar personas que dominen idiomas e informática que buenos directivos. La mayoría de los universitarios actuales terminarán sus carreras dominando más de un idioma y con amplios conocimientos informáticos, pero ello no es garantía para el desempeño de puestos de responsabilidad.

Dentro del propio libro al que me refiero y como complemento al capítulo sobre formación y carreras profesionales aparecen cuatro breves artículos de directivos en ejercicio, cuyas reflexiones mencionan la necesidad del conocimiento de idiomas, pero no hacen referencia alguna a las tecnologías de la información y de la comunicación.

Recalcan, sin embargo, cuestiones de mayor entidad, tales como adaptar la empresa a los cambios, gestionar el talento, poseer valores, ser flexible, creativo, trabajar con las personas, evaluar adecuadamente las situaciones, coraje para adoptar decisiones, etc., con cuyos postulados resulta fácil coincidir.

En lo relativo a las llamadas nuevas tecnologías la alusión que se realiza peca del carácter reduccionista que parece haber tomado carta de naturaleza, como si todos los avances tecnológicos quedaran limitados al campo de la información y de la comunicación.

Los avances se producen en todas las esferas del saber, biotecnología, aeroespacial, técnicas de reproducción, materiales, etc., y desde luego no creo que los directivos deban, ni puedan, ser especialistas en tan diversas materias.

Los nuevos sistemas informáticos y comunicacionales aportan ventajas incuestionables a la empresa si se saben gestionar adecuadamente. La empresa debe, en consecuencia, poseer el dominio necesario para su utilización, lo que es algo bien diferente de que, por ejemplo, los miembros de la alta dirección se conviertan en especialistas.

Creo incluso que se está dando un cierto abuso de utilización de las posibilidades de los nuevos instrumentos, como me reconocía el presidente de una compañía del sector cuando comentábamos las enormes posibilidades de comunicación directa con los empleados que en aquel entonces él despachaba, contestaba, personalmente. Sin hablar de la curiosidad que despierta el hecho de acceder a informaciones banales que poco o nada tienen que ver con la función directiva.

Los instrumentos son ciertamente neutros y un buen directivo los utiliza de forma conveniente, sin caer en la dictadura de la moda que, aunque nos cueste creerlo, abarca ámbitos muchos más amplios que los del vestir.

Pero cuando, volviendo a la encuesta, el 48% de los directivos señala como 'totalmente importante' el conocimiento de las 'nuevas tecnologías', frente al 33% que cita la conducción de grupos o el 26% que señala la capacidad para gestionar el tiempo, algo parece no encajar con la importancia que las distintas habilidades tienen, o yo creo que tienen, en la gestión directiva en el entorno actual y en los escenarios previsibles. La sospecha sobre la influencia de la moda no hace sino acrecentarse.

Finalmente, creo sinceramente que los directivos no deben suplantar a las secretarias intentando realizar trabajos y funciones que no forman parte de su cometido habitual y que, además -por qué no reconocerlo-, lo desempeñan mucho peor que ellas.

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