La ONU tiene que hacerlo
El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha dado un paso fundamental para enfrentarse con el conflicto que ensangrienta Oriente Próximo: ha reconocido el derecho del pueblo palestino a tener un Estado propio. Dicho de otro modo, es la primera vez que EE UU no impide con su veto tal resolución. En sí misma, esta decisión norteamericana es un cambio muy positivo para hacer de la ONU el eje de la solución del conflicto.
Así debería ser si no planeara la duda de que se trata de una concesión de la Administración Bush para a cambio obtener el apoyo, o al menos la neutralidad, del mundo árabe en el supuesto de un inevitable ataque a Irak. Se trataría de confirmar la validez de la propuesta saudí de reconocimiento del Estado de Israel por los países que forman parte de la Liga Árabe a cambio de un Estado palestino que sea viable política y económicamente.
Confirmado este proyecto a través del Consejo de Seguridad con la retirada del veto norteamericano sobre esta cuestión la contrapartida sería la obtención, llegado el caso, de un aval del mismo Consejo de Seguridad para legitimar una respuesta armada sobre Sadam Hussein.
Me gustaría que esta descripción no pasara de ser una mera especulación respecto al futuro de la zona. Combinar un arreglo de paz en Oriente Próximo con la eventualidad de una nueva guerra en la zona no parece que sea una operación diplomática fácil de aceptar en el seno del mundo árabe, aunque muchos de sus líderes pudieran ver con agrado la desaparición de Sadam Hussein.
Por lo que respecta al proceso de paz entre israelíes y palestinos, creo que ha llegado el momento de imponer una solución consensuada y dirigida por las Naciones Unidas. El esquema del Acuerdo de Madrid dejó de funcionar muy pronto.
Rusia se fue quedando progresivamente al margen, sumida en sus problemas internos, y la Unión Europea se limitó a aportar el dinero para sostener a los palestinos fruto de las divisiones internas y de la debilidad de los actuales mecanismos de la Política Exterior y de Seguridad Común.
EE UU, de acuerdo con los propios israelíes, se convirtió en el único y exclusivo mediador del conflicto. Sólo la inagotable capacidad de Curro Moratinos, el enviado especial de la Unión Europea, ha supuesto en algunas ocasiones un elemento de equilibrio ante la realidad de que se trataba de una cuestión de exclusiva competencia de Washsington. Bill Clinton lo intentó hasta el final con los mejores interlocutores posibles, Barak y Slomo Ben Ami, por parte israelí.
La historia juzgará si Arafat cometió o no el error de su vida al rechazar la oferta de Taba. Me inclino a pensar que no calculó bien teniendo en cuenta lo que ha venido luego con la actual situación.
Así las cosas, se ha vuelto a producir el enésimo cese de hostilidades bajo la presión norteamericana que no puede aceptar que Sharon les vacíe de contenido la propuesta saudí y la Liga Árabe se vea en la imposibilidad de hacer ningún progreso en su próxima reunión de Beirut. ¿Y luego qué pasara?
Este conflicto necesita una intervención internacional decidida, gestionada y controlada por las Naciones Unidas. La situación bélica y las heridas ocasionadas por una y otra parte exigen una fuerza de interposición internacional que separe las fronteras y a los contendientes. El mundo árabe difícilmente podrá aceptar otras fronteras que las de 1967. Constituido el Estado palestino los israelíes tendrían, a su vez, el reconocimiento definitivo de su Estado y de sus fronteras. En el medio, los cascos azules para controlar el desarrollo del proceso de paz.
Habiendo trabajado en la zona durante años no veo cómo Arafat y Sharon podrían ser capaces de ponerse de acuerdo en un futuro compartido. Dudo que la derecha israelí vaya más lejos que la creación de una especie de batustanes palestinos y se guarden el derecho a ocupar militarmente el territorio palestino cuando lo consideren oportuno.
Dudo que los violentos de Hamas y otros grupos que practican el terrorismo se avengan a entregar sus armas y a evitar que sus militantes más jóvenes se suiciden con una bomba atada al cuerpo en una calle de Jerusalén.
El papel mediador norteamericano podría mantenerse a través de Naciones Unidas incorporando a la Unión Europea, Rusia, China y los países árabes a los trabajos y resoluciones del Consejo de Seguridad.
Si EE UU mantuviera su competencia exclusiva pretendiendo que este conflicto es un elemento diplomático para obtener una especie de 'manos libres' en su guerra contra el eje del diablo y, en primer término Bagdad, estaríamos ante un panorama más que preocupante.
Insisto, es el tiempo de reconducir el proceso hacia las Naciones Unidas.