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Consejo de Barcelona

Barcelona deja atrás el fantasma de Génova

La capital catalana superó con éxito el reto que le planteaba ser la sede de un Consejo Europeo. Más de 300.000 personas se manifestaron sin revivir los incidentes de otras cumbresLa capital catalana superó con éxito el reto que le planteaba ser la sede de un Consejo Europeo. Más de 300.000 personas se manifestaron sin revivir los incidentes de otras cumbres.

La Diagonal se abrió ayer al tráfico, se retiraron las vallas y los ciudadanos recuperaron su posesión sobre las calles de la ciudad. Barcelona despertó de su pesadilla europea con una sensación agridulce: todo vuelve a la normalidad y, por lo tanto, regresan los atascos. La ciudad, además, sigue existiendo, a pesar de las más de 300.000 personas que se manifestaron el sábado reclamando una Europa diferente de la que quieren construir los Quince.

Y es que, más allá de la liberalización energética, si de algo ha servido la cumbre es para demostrar que existen alternativas al coche privado y que antiglobalización no es sinónimo de guerrilla urbana. La manifestación del sábado, posiblemente una de las más numerosas que ha acogido la capital catalana, sienta un precedente en el movimiento antiglobalización. Bajo un mismo paraguas, aunque agrupados en tres bloques con lemas diferentes, confluyeron organizaciones que se oponen radicalmente a la globalización, movimientos independentistas catalanes y vascos, partidos de izquierda y sindicatos, entre otros.

Aunque la jornada se saldó con 38 detenidos (el viernes hubo otros 29), la manifestación transcurrió de manera pacífica casi hasta el final, cuando una minoría violenta empañó el éxito de la convocatoria, protagonizando diversos incidentes con la policía en los que resultaron heridos dos periodistas.

Hasta ese momento, el operativo de seguridad organizado por los convocantes había hecho casi innecesaria la intervención policial. Aunque un helicóptero sobrevolaba constantemente la manifestación, se había alcanzado un pacto para que la presencia policial fuese lo más discreta posible y evitar incidentes. El resultado de la reunión del G-8 en Génova, en julio del año pasado, aconsejaba prudencia.

Las autoridades estaban preparadas para lo peor. Aunque en los Juegos Olímpicos de 1992 el despliegue policial fue mayor (43.000 agentes frente a 8.500), a nadie se le ocurrió cortar la Diagonal, colocando vallas de hormigón y rejas. El operativo se completaba con un avión de vigilancia AWACS de la OTAN, encargado de controlar el espacio aéreo de Barcelona. Se suspendieron también los acuerdos de Schengen y se controlaron excepcionalmente las fronteras. Parte de los manifestantes antiglobalización que venían del extranjero fueron retenidos en la frontera francesa.

El objetivo de todo este despliegue era evitar que el Consejo Europeo de Barcelona fuese recordado no por sus acuerdos sino por sumarse a la leyenda negra iniciada en Seattle. Evitar los desmanes de los manifestantes e incluso los de la policía se habían convertido en una auténtica obsesión para los responsables de Interior. Para evitarlo no dudaron en reunirse con representantes de las diversas organizaciones que convocaban los actos antiglobalización.

Los responsables de Interior querían quitarse la espina del pasado mes de junio, cuando el Banco Mundial se vio obligado a suspender su cita de Barcelona por miedo a la violencia callejera. El encuentro no se celebró, pero se mantuvo el programa alternativo, entre ellos una manifestación que finalizó con incidentes importantes.

Aunque trabajaban con la hipótesis de que los atentados del 11-S en Nueva York han provocado importantes fisuras en el movimiento antiglobalización y las últimas detenciones relacionadas con ETA habían rebajado sustancialmente el peligro de atentados, no se podían correr riesgos.

No contaban con que, una vez finalizada la cumbre, militantes antiglobalización se encadenasen a una de las porterías del Nou Camp, acaparando la atención durante seis minutos de los millones de espectadores que veían el Barça- Madrid, ni que más tarde grupos de apoyo a presos vascos intentasen desplegar una pancarta en el centro del campo.

æpermil;xito para todos

El éxito del dispositivo de seguridad, así como la asistencia multitudinaria a las manifestaciones organizadas con motivo de la cumbre (además de la del sábado, los sindicatos reunieron el jueves 100.000 personas y el domingo anterior casi 400.000 se manifestaron en contra del Plan Hidrólogico Nacional) han devuelto la tranquilidad a las autoridades, que se felicitan por el trabajo bien hecho.

También están contentos los líderes antiglobalización, que en la tarde del sábado reunieron a 5.000 personas en su cumbre alternativa y 30.000 más en el concierto de Manu Chao.

Pasqual Maragall, por su parte, apenas ha tardado unas horas en recordar a quienes criticaban la adhesión del PSC a la manifestación que 'han fracasado los intentos de criminalizar a los que quieren hacer oír su voz a favor de una Europa más social'. Como en las noches electorales, todos están satisfechos por el resultado, contentos de que Barcelona haya sido por unas horas la capital de la globalizacion y la antiglobalización.

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