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Tribuna
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Por qué no aumenta la productividad

El desarrollo y aplicación de las nuevas tecnologías de información y comunicación han acelerado las comunicaciones y, en consecuencia, han multiplicado los intercambios y la generación de conocimientos. La globalización de estos intercambios es creciente, especialmente en los países desarrollados. Desde una perspectiva global no es cuestionable que nos adentramos en un entorno dominado por la cultura digital, nuevos conocimientos y la necesidad de cambiar las formas de gestión en una sociedad con creciente peso del sector servicios.

Es un proceso complejo que también requiere crear un nuevo contexto de aprendizaje para cambiar actitudes, valores y generar ambientes de confianza más proclives a la cooperación y los intercambios. Además, este nuevo contexto de gestión y aprendizaje de carácter global debe ser asimilado tanto en el entorno de las pymes como de las organizaciones sociales, pues son sus principales beneficiarios. Si las grandes fábricas fueron a la revolución industrial, las empresas y organizaciones de servicios trabajando, cooperando y aprendiendo interconectadas lo son a la era de la información, independientemente de los procesos de concentración.

Ha llegado el momento de centrar los esfuerzos en mejorar e innovar en las formas de gestión y por lo tanto de bajar al entorno más próximo de la empresa y de la gestión.

Los directivos de este entorno sienten cierta impotencia al faltarles referencias estratégicas de largo plazo que les permitan actuar con criterio creativo e innovador.

Los modelos empresariales están referenciados a grandes empresas, en contadas ocasiones están pensados para solucionar las necesidades de las pymes, que son y serán la inmensa mayoría del tejido empresarial y social y la razón de ser de las asociaciones que las agrupan.

Y éstas tienen que hacer esfuerzos más conscientes para ayudar a sus asociados a innovar en las formas de gestión. La creatividad e innovación es un proceso largo que requiere gestionar y acumular conocimientos, lo cual en el entorno de la pyme significa impulsar como valor estratégico la cooperación. La cooperación y la innovación en este entorno deben ir juntas.

Estos factores, claves para la competitividad, deben ser integrados en un nuevo modelo de gestión empresarial que sirva de palanca de apoyo y orientación. Es necesario que los directivos de las organizaciones intermedias ejerzan un liderazgo innovador para abrirse a la cooperación exterior e interior. Y desde luego, deben empezar por el interior, pues es difícil pensar que van a impulsar nuevas formas de gestión cuando éstas no se practican en la propia organización prestadora de servicios.

Quizá una de las grandes carencias de los planteamientos de I+D+i que en estos momentos se presentan en nuestra comunidad es el olvido de la innovación organizativa. Tradicionalmente se ha pensado en la tecnología como factor casi único de la innovación y del incremento de la productividad. Sin embargo, muchas de las ventajas de las nuevas tecnologías no pueden aprovecharse sin cambios en la organización.

Estamos en una sociedad con creciente peso de los servicios, donde la base de la competitividad empresarial descansará cada vez más en la gestión de los conocimientos y la capacidad para crear ambientes apropiados para desarrollar la innovación y el aprendizaje. Es decir, aspectos que dependen de la actitud de las personas, de su voluntad y que por lo tanto no se pueden gestionar como algo tangible.

Desde luego, es preocupante observar la extrañeza que producen los datos conocidos recientemente, en el sentido de que en España está bajando la productividad. A poco que se sea autocrítico podemos constatar que la cooperación, la confianza, la innovación organizativa y en definitiva la creación de contextos apropiados para su desarrollo brillan por su ausencia entre las prioridades de nuestras organizaciones e instituciones. Parece como si fueran valores o actitudes que surgirán con una mayor inversión en tecnología e investigación. Quizá lo más grave y preocupante es que aún no se observa entre los dirigentes políticos, empresariales y sociales los cambios necesarios de mentalidad para comprender que los citados factores son la clave de la competitividad y que es urgente cambiar el chip, pues no es de recibo seguir caminando por el entorno de lo tangible y las certezas.

Cabe recordar que el Consejo Europeo de Lisboa celebrado en marzo de 2000 estableció el objetivo estratégico, confirmado en el Consejo Europeo de Estocolmo de marzo de 2001, de convertir la UE en la sociedad basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo. Esto significa ir abandonando el camino de lo tangible para comprender que la intangibilidad debe formar parte de los nuevos contextos organizativos de comunicación e innovación, que sin duda son la clave del incremento de la productividad.

En definitiva, se debe asumir una nueva perspectiva, lo cual significa apostar por un nuevo modelo de gestión empresarial, donde la comunicación, la confianza, la cooperación y los intercambios deben definir el desarrollo de un nuevo espacio de aprendizaje e innovación europeo.

Un espacio que perciba las necesidades de los individuos pero también las de aprendizaje de las organizaciones y donde el sector formal de la formación reconozca y valore el aprendizaje no formal e informal en el seno de las empresas y organizaciones.

Aprender a cooperar significa empezar a gestionar de forma diferente el interior de las organizaciones y esto no es cuestión de más tecnología, sino de que los trabajadores quieran aportar su potencial creativo e innovador para mejorar la eficacia de las tecnologías.

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