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Internacional

Las eleciones de noviembre marcan la agenda política de Bush

'Le he dicho a Jeb que haré lo que quiera para que salga reelegido'. Así de complaciente se mostró el pasado fin de semana presidente de EE UU, George Bush, con su hermano, el actual gobernador de Florida. Por él y por los republicanos que se presenten a las elecciones en los Estados más disputados. Bush se juega mucho en unas elecciones que pueden inclinar el Capitolio en su contra. Por eso, los aranceles sobre importaciones de acero se leen en clave electoral. Su agenda vendrá marcada por la cita de noviembre.

El asesor económico del presidente, Lawrence Lindsey, lo negó. 'La política no juega aquí ningún papel', dijo en rueda de prensa al ser preguntado por las tarifas sobre las importaciones del acero. Pero no ha convencido. Después de que el secretario de Estado de Comercio, Robert Zoellick, juntara las frases 'el presidente cree en el libre comercio' y 'se impondrán tarifas a la importación de acero', Paul Krugman, escribía en The New York Times, que a diferencia de Bush, Clinton, un firme defensor del libre comercio 'se mostraba dispuesto a perder parte de su apoyo político por defender esa creencia'.

Bush ha sucumbido al lobby de una industria que se concentra en Virginia Occidental (demócrata), Ohio (donde el 50% votó demócrata en las presidenciales) y Pensilvania (donde fue batido por Al Gore por estrecho margen).

El presidente necesita esos votos y evitar que los demócratas afiancen su mínima mayoría en el Senado. Los demócratas aspiran a ganar seis senadores para terminar de plantar cara al presidente en el Capitolio. La cuestión es que a pesar de su popularidad por la guerra contra el terrorismo, Bush pierde batallas. Acaba de firmar un plan de estímulo de la economía que no es el que quería sino el que los demócratas defendían. Además, es casi seguro que el candidato de Bush para el tribunal de apelaciones, el juez Charles Pickering, no obtendrá el aprobado del Congreso.

De seguir así las cosas hasta la política internacional, donde hay un cerrado consenso, puede convertirse en un calvario interno para Bush porque los demócratas ya están dudando de la efectividad de una guerra en la que ya pesan los muertos.

De momento con este golpe de mano sobre el sector siderúrgico ha conseguido. que un senador demócrata de Virginia, John Rockerfeller, haya mostrado su disposición a restaurar los poderes negociadores del presidente en materia de comercio a través del procedimiento rápido. Otro frente que el presidente no quiere perder.

Su decálogo para el gobierno de las empresas también forma parte del debate electoral. Aunque el caso Enron no se lee en EE UU en clave política aún, el viernes, durante un acto de apoyo a su hermano volvió a insistir sobre los motivos que le llevan a proponer medidas de castigo a ejecutivos como los de Enron. Y es que los fondos de pensiones del estado de Florida han perdido 300 millones de dólares por Enron y Jeb Bush es uno de las tres consejeros de la administración de éstos.

Vuelve la dialéctica nuclear

 

La filtración de un informe del Pentágono ha permitido conocer que el Gobierno de EE UU está considerando desarrollar nuevas armas nucleares que se utilizarían sobre objetivos en países como Iran, Irak, Corea del Norte (los 'ejes del mal' de Bush), Libia, Siria, China y Rusia.

 

 

 

 

 

 

 

Aunque en su campaña a la presidencia Bush abogaba por la reducción del arsenal nuclear y una nueva política de defensa tras la guerra fría, el informe recoge que las armas nucleares son un elemento militar importante.

 

 

 

El Pentágono emitió un comunicado diciendo que el informe no plantea planes de objetivos bélicos.

 

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