Pasa el tren de la abundancia
Dos meses, los primeros del año, de pertinaz sequía y de altas dosis de volatilidad bajista han acabado con la paciencia de muchos, de la gran mayoría. Por eso, los que han sido capaces de aguantar el tipo intentan en poco tiempo recuperar lo perdido. Las sobrerreacciones de las Bolsas obedecen, de este modo, más a cambios súbitos de los estados de ánimo de los participantes que a hechos económicos tangibles.
Claro está que para que el sentimiento mejore, o empeore, hay que buscar argumentos de peso suficientes. La justificación a la mejora radical experimentada por las Bolsas en las últimas seis sesiones está en la percepción de que la recesión económica terminó en Estados Unidos en febrero.
El alza de los mercados estadounidenses y los respingos de la Bolsa japonesa han terminado por contagiar a la zona euro, de tal modo que los principales índices han vuelto a niveles de principio de año.
Pasa, por tanto, el tren de la abundancia y muchos inversores finales sospechan ahora que se han equivocado y que no ha merecido la pena estar al margen de las Bolsas, porque en poco más de una semana se han recuperado las pérdidas de dos meses. Esta secuencia temporal da idea de la magnitud de la mejora en ciernes.
Cuentan los observadores que el alza es la mejor propaganda para las Bolsas y que con frecuencia los procesos generados de puertas adentro se retroalimentan. En estas circunstancias de exuberancia máxima, generada con la velocidad del rayo, de nada sirven las reflexiones, las llamadas a la prudencia.
Lo peor que puede sucederle a un inversor en Bolsa es estar fuera de ella cuando los índices suben mucho y en poco tiempo. Los últimos días están llenos, por tanto, de dudas y de imágenes alcistas. La sensación es que la crisis nunca existió.