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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un fracaso de la Unión Europea

El Consejo de Ministros de Economía y Finanzas de la UE decidió ayer dejar sin efecto la propuesta de la Comisión Europea de desencadenar la llamada alerta rápida contra el elevado déficit de Alemania y Portugal. Lo peor no es la desautorización del órgano ejecutivo de la Unión, sino el incumplimiento de los Quince de un compromiso asumido cuando aprobaron la puesta en marcha de la moneda única. Paradójicamente, fue Alemania, que hoy se niega a verse señalada por la mala gestión de su economía, el país que insistió en que tal mecanismo debía introducirse para garantizar la estabilidad presupuestaria.

El argumento que entonces se esgrimió fue la necesidad de conquistar la credibilidad de los mercados. La negación por el peso de los votos de la capacidad de la Comisión para ejercer de garante del 'marco de control presupuestario' significa sentar un precedente de falta de rigor y de confianza, tal como se anticipó a asegurar el comisario Pedro Solbes, el responsable de elevar la propuesta y de aplicar lo pactado. Si se tratara de una excepción, tampoco sería admisible, pues la circunstancia de que Portugal y Alemania están en periodo preelectoral volverá a repetirse con cualquier otro país miembro.

Como compensación, los dos países criticados se comprometen a no aumentar su déficit y a intentar corregirlo. Cabe también la excusa de la grave desaceleración de la economía que maniata a estos dos países para intentar aplicar una política anticíclica. Quizá este compromiso de intenciones parezca suficiente al Ecofin para dar una salida airosa a la Comisión Europea, que con el mecanismo de la alerta rápida no hizo más que cumplir con lo que tiene obligado. Que Alemania se comprometa a que su déficit no supere el 3% del PIB es un imperativo desde que hace cinco años firmó, junto al resto de socios, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Respetarlo no es un signo de buena voluntad, sino cumplir una norma cuya violación puede acarrear, teóricamente, multas de hasta el 0,5% del PIB. Alemania ha confirmado además su objetivo de alcanzar el equilibrio presupuestario en 2004, aunque lo sigue supeditando a una mejora de la economía.

La realidad es que la UE no ha hecho más que provocar otro desequilibrio institucional que, además de a la presupuestaria, afecta a la estabilidad de la construcción europea. El presidente de turno del Ecofin, el ministro español Rodrigo Rato, al propiciar el acuerdo que intenta salvar la cara de Alemania y Portugal, probablemente ha sorteado una crisis política, pero ha dejado una puerta abierta a la credibilidad europea. Quizá los mercados tengan que interpretar que los Quince tienen dos raseros, uno de excepción cuando se trata de un país poderoso como Alemania y otro de rigor para uno pequeño como Irlanda. O asumir la secuencia histórica de que la Unión es demasiado débil para consolidarse en tiempo de crisis y sólo capaz de avanzar si cuenta a su favor con la bonanza de la economía.

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