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Tribuna
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La rebelión de los índices

Miguel Ángel Aguilar sostiene que al Gobierno se le están rebelando índices como los de la evolución de los precios, el paro o el crecimiento del PIB. El autor asegura que hace falta mucha decisión política para someterlos

Don José Ortega y Gasset, filósofo mondain que diría Gonzalo Fernández de la Mora, dio en su día cumplida cuenta de La rebelión de las masas. Su libro sobre la materia mantiene todavía amplia vigencia, pero ahora el Gobierno de José María Aznar puede enfrentarse con otra rebelión muy distinta y mucho más distinguida. La rebelión de los índices, ya sea el índice de precios al consumo (IPC), el índice de paro, el de morosidad de la banca, el de crecimiento del PIB, o el de contaminación ambiental, acústica, lumínica o radioeléctrica y por ahí adelante.

Pero este, el nuestro, digámoslo abiertamente, es un Gobierno sin complejos, fuera de esas penosas contradicciones que acaba de señalar Aznar en El Escorial como el resultado fatal ofrecido en los países todavía con mayorías electorales socialdemócratas. Mayorías equivocadas sobre las que se sustentan los Schröder, los Jospin o los Guterres, adictos a las rigideces paralizadoras y empeñados en retrasar la expansión de la buena nueva de la flexibilidad, donde reside la generación de prosperidades sobre las que cabalga intrépido, despertando de su letargo a Europa.

Aceptemos que la presidencia española de la UE ha confirmado a José María Aznar como el caballero determinado. Para más información, la COPE o consúltese la magnífica edición facsímil del ejemplar conservado en la Biblioteca del Cigarral del Carmen de Toledo de la primera edición impresa en España de El caballero determinado, de Olivier de la Marche, traducido del francés por Hernando de Acuña, que publicó en Barcelona Claudio Bornat en 1565.

Un auténtico caballero determinado, a la borgoñona, ligero de equipaje pero asentado en la buena doctrina, la del patriotismo constitucional, que en su boca nos devuelve el aroma del Todo por la Patria, ese lema inscrito en el dintel de las puertas de los antiguos cuarteles militares, ahora en fase de pingüe recalificación urbanística. Una doctrina de garantía elaborada en ese acreditado think tank de FAES por antiguos afines al socialismo -Vallespín, Fusi, Blanco Valdés, Edurne Uriarte, Andrés de Blas, Eliseo Aja-, según revelaba ayer en su columna de El País Patxo Unzueta.

Otra prueba más por si aún hiciera falta, que en el PP a nadie se excluye en razón de su procedencia, ni le preguntan de dónde viene. Véase a Pilar del Castillo al frente de la cartera de Educación y Cultura, sin que sus antiguas y rojas banderas le hayan mermado posibilidades de promoción, o al recién consagrado Adolfo Suárez Illana, incorporado al sanctasanctórum del PP de un sólo salto sin más pruebas que las de sangre.

Mientras, elevemos nuestro espíritu a la altura de las reformas educativas y volvamos a Heisenberg, quien nos tiene advertidos de que no conocemos la realidad sino la realidad sometida a nuestro modo de interrogarla. Por eso, el progreso de la ciencia tiene mucho que ver con la mejora de los instrumentos de observación. Así que bajo un escrutinio más preciso pueden observarse nuevos fenómenos carentes aún a falta de una explicación teórica. Ahí reside el estímulo decisivo para los nuevos avances. Por lo menos en el campo de la Física cada paso teórico se presenta en el marco de grandes renuncias sobre qué sea la realidad y tan sólo se afirma que bajo la observación efectuada en determinadas condiciones 'todo sucede como si' se comportara de una determinada manera que es la que a continuación se describe.

Pero abandonemos estos meandros y volvamos a la cuestión inicial, la de la rebelión de los índices.

Reconozcamos que hace falta mucha decisión política para someterlos. Por eso ha causado admiración la forma en que el Gobierno del PP ha sabido atajar el repunte del paro. Cuando por primera vez desde 1995 el paro abandona la estela descendente y vuelve a crecer, se ha sabido reaccionar con audacia yendo a la raíz y se ha optado por modificar la encuesta de población activa. Una modificación que ha permitido una reducción del paro en varios cientos de miles y que al mismo tiempo nos moderniza y homologa con la Unión Europea.

Del Ministerio de Economía, donde se encuentra incardinado el Instituto Nacional de Estadística, se espera también pulso firme para contener la inflación de la que todos anuncian una crecida fulgurante al hilo de los redondeos del euro aprovechados por las autoridades competentes para multiplicar los precios intervenidos del transporte, de correos y de otras agencias públicas, siempre en vanguardia.

En definitiva se trata de modificar la fórmula establecida para el cálculo del IPC y eliminar aquellos productos que han elevado sus precios como proponía precursora Celia Villalobos con el tabaco. Lástima que el titular de la cartera y vicepresidente segundo del Gobierno pueda verse debilitado para estas arduas tareas por la publicidad que, por ejemplo, La Estrella Digital ha dado a la carta del director general de la Inspección del Banco de España, fechada en 1998, donde exigía a los bancos con créditos concedidos a la familia Rato que los provisionaran al 100%, yendo más allá de la normativa vigente.

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