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Columna
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Una decisión valiente

Pedro Solbes ha tomado la decisión acertada, y la única que era posible para salvar la credibilidad del sistema definido en el Pacto de Estabilidad, que ampara en último término el gran proyecto del euro. La Comisión Europea sale fortalecida como institución y los mercados financieros saben que hay unas normas de referencia que se cumplen y existe la voluntad política de hacerlas cumplir. Aquí reside la importancia y la transcendencia de la decisión.

En la UE no puede haber unas reglas para los pequeños y otras para los grandes países. Hay reglas comunes que se aplican con independencia del que sea el Estado miembro afectado. Tampoco las reglas comunitarias deben someterse a la oportunidad de los procesos electorales. Hay elecciones en todos los Estados miembros y, aunque una decisión de la Comisión Europea cree dificultades a un Gobierno al borde de las elecciones generales, hay que tomarla para salvaguardar la credibilidad del conjunto. De otro modo se trabajaría en una casuística donde las presiones políticas de los Estados miembros interesados en una determinada decisión se impondría, rompiendo así el principio elemental de igualdad ante la ley. Es decir, tendríamos una UE inmanejable.

Cuando elaboramos las condiciones que nos llevarían a la Unión Económica y Monetaria la gran cuestión que se planteaba fue precisamente cómo asegurar que el esfuerzo inicial de la convergencia económica que haría posible la moneda única se mantendría en el futuro. Por decirlo de otra manera, qué mecanismo habría que emplear para garantizar que los criterios de convergencia tuvieran un carácter permanente. Así nació el Pacto de Estabilidad, idea genuinamente alemana, que buscaba una disciplina común para todos y, especialmente, conviene recordarlo, para controlar a lo que despreciativamente se llamaba el club Med, es decir, los Estados miembros del sur ­Italia, España, Portugal y Grecia­, a los que se suponían veleidades para, una vez dentro del sistema euro, romper las reglas de juego.

Recuerdo que al discutir estas cuestiones mantuve un acalorado intercambio con algunos de mis colegas en la Comisión señalando que estaba seguro de que, cuando se tratara de aplicar el Pacto de Estabilidad a un griego, italiano, español o portugués no tenía ninguna duda que se aplicaría a rajatabla, pero que todo el sistema conocería su auténtica prueba de fuego el día que hubiera que aplicarlo a un francés o a un alemán. Ese día ha llegado y nuestros amigos alemanes están perplejos porque se les va a aplicar la medicina que ellos mismos idearon para salvar la credibilidad del sistema.

Ya el año pasado se advirtió a Irlanda, que se manifestó en rebeldía respecto a las recomendaciones recibidas. Es-te año es el caso de Portugal y Alemania. En el caso irlandés, muchos han querido explicar el resultado negativo del referéndum sobre el Tratado de Niza por la irritación causada en la opinión pública por la advertencia llegada de Bruselas. Ahora se hacen valer las desdichas que puede causar tal advertencia en Portugal y Alemania, países que están prácticamente en perio-do electoral, al haber proporcionado a la oposición el argumento de que sus Gobiernos respectivos no hacen bien sus deberes en relación con los criterios de convergencia que sustentan la Unión Económica y Monetaria.

La tentación de escapar a las reglas aduciendo inconvenientes políticos es una de las coartadas permanentes de la vida comu-nitaria. Siempre hay una justificación política para cuestionar la aplicación de las reglas. Es una de las variables dramáticas que repercuten en las decisiones de la Comisión Europea, que es el órgano responsable de vigilar la aplicación del derecho comunitario.

La decisión del comisario de Asuntos Económicos, Pe-dro Solbes, debe ser ahora aprobada por el Consejo de Ministros de Finanzas. El poderoso Ecofin. Esta reunión la presidirá además el ministro de Economía español, Rodrigo Rato. Los ministros de Economía deberían huir de la tentación de buscar compromisos que perturbaran la aplicación correcta del Pacto de Estabilidad. De otro modo, y tratándose esta vez de aplicar las reglas comunes al más poderoso, de no hacerlo, habrían lanzado el mensaje definitivo que también el Pacto de Esta-bilidad se somete a las presiones y a las contingencias políticas de los miembros. Si esto ocurriera se abrirá la puerta a futuras rebeldías. Imaginemos lo que esto significa para una Europa ampliada: la ingobernabilidad más completa. Se trata de un tema muy serio.

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