Argentina cambia el rumbo para recuperar el apoyo del FMI
El ministro de Exteriores argentino, Carlos Ruckauf, partió el lunes hacia Washington con la firme intención de lograr que el nuevo plan económico, cuyo anuncio se espera para este sábado, consiga el visto bueno previo de EE UU. Su aprobación por parte del Gobierno norteamericano se ha convertido en objetivo fundamental de las autoridades argentinas, ya que significaría destrabar la indispensable ayuda financiera de los organismos multilaterales.
Hasta hace unos días, parecía que la decisión de recargar el coste de la devaluación sobre las empresas extranjeras, y en particular sobre el sistema financiero, junto con algunas declaraciones que culpaban a las presiones de la comunidad financiera internacional por la crisis que atraviesa Argentina, apuntaba que Duhalde emprendería un camino económico heterodoxo. Las voces que alertaban sobre la insostenibilidad del modelo que se estaba gestando fueron ignoradas, por lo que parecía que el rumbo emprendido era firme.
Con el pasar del tiempo, la heterodoxia del plan de Duhalde, que implicaba indisciplina monetaria y fiscal, escaso respeto a los derechos de propiedad y la quiebra del sistema financiero, comenzó a hacer aguas. Por un lado, la quiebra de la banca hubiera implicado un costoso rescate para un fisco que ya se encuentra en quiebra.
Además, el sistema de tipo de cambio dual era insostenible con el tiempo, al tiempo que mantenía congeladas gran parte de las exportaciones. Las expectativas de inflación, derivadas de la previsión de masiva emisión monetaria, impulsaron al dólar libre por encima de los dos pesos a pesar de la escasa liquidez disponible por el mantenimiento del corralito.
En este contexto, el Gobierno percibió lo que todos señalaban desde un principio: su plan no era sostenible. Generaría hiperinflación, la quiebra de la banca, la imposibilidad de levantar el corralito y en general una espiral de caos que finalizaría sin duda con una nueva renuncia presidencial.
Para evitar esta situación, el Gobierno percibió que era preciso emprender un camino heterodoxo y seducir nuevamente al FMI para obtener los 15.000 a 20.000 millones de dólares que dice necesita para reflotar a Argentina.
Condiciones
Las exigencias de los organismos multilaterales a cambio de su apoyo pasan básicamente por la elaboración de un plan económico sostenible. Es decir: disciplina fiscal en un país sin acceso a la financiación externa ni interna, preservar un ya debilitado sector financiero, ya que, si no se restablece la cadena de pagos, no hay posibilidad de reactivación. Se demanda, además, un esquema monetario creíble y encaminado al control de la inflación. Finalmente, se pide el abandono de todo tipo de medida intervencionista o proteccionista, como la existencia de un sistema cambiario dual.
Sobre el papel parece simple, pero las inmensas presiones sociales que recibe el Gobierno, junto con su tendencia populista pueden jugar malas pasadas. Poco a poco, Duhalde está dando marcha atrás en las medidas más conflictivas, como el mantenimiento de los depósitos en dólares o el tipo de cambio dual. Pero el camino aún no está llano y falta lograr acuerdos en temas clave como el Presupuesto 2002 y la política monetaria.
El FMI ya ha flexibilizado algo su posición, al permitir un moderado déficit fiscal en 2002. Por el momento, la disposición para solucionar estos puntos parece ser buena y abre, por primera vez en mucho tiempo, una veta de optimismo sobre el futuro de Argentina.