La presión vendedora es menor

La tesis que más abunda entre los contertulios bursátiles habituales es que los bajos volúmenes de negocio evidencian una debilidad importante del mercado. O lo que es lo mismo, subidas como las que se han producido en las últimas jornadas son difíciles de sostener en el tiempo mientras no mejoren los flujos de negocio.

Esta tesis es, como la mayor parte de las que se suceden en la Bolsa, una verdad a medias, porque precisamente los bajos volúmenes de negocio son los que han permitido la recuperación de los mercados.

La ausencia de tensiones vendedoras, justo lo contrario de lo observado en los primeros días de enero, son las que han propiciado la lenta, pero progresiva, recuperación del principal índice del mercado nacional hasta situarse en una franja de fluctuación cómoda, si por ella entendemos la ventaja que le separa de la cota técnica y psicológica del 8.000. Coincide esta inapetencia vendedora, eso sí, como una disposición de fondo compradora muy débil.

Este fenómeno, que algunos especialistas definen como congestión, de un sí pero no, sino más bien todo lo contrario, resalta un elevado grado de incertidumbre entre los participantes en el mercado. También, un sentimiento relajado que evita la precipitación tanto para comprar como para vender.

La experiencia histórica revela que situaciones como las actuales conducen al aburrimiento y a la pesadez. El proceso, es más, puede continuar en los próximos meses para desesperación de los intermediarios financieros y de los especuladores y operadores más dinámicos.

Consideran los analistas, en fin, que el mercado sigue atento a cualquier referencia de la situación económica y que las últimas conocidas llevan el sello de la contradicción. De ahí la indefinición de las Bolsas.