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Viajes

Un jirón de Holanda en el Caribe

El color de sus mercados flotantes y casas de gabletes, unido a un clima moderado, hacen de la isla de Curazao un buen destino invernal

El turista queda desconcertado, tiene la impresión de estar en un rincón de Amsterdam que se hubiera acicalado y pintado para asistir a una fiesta de carnaval. El Handelskade o muelle principal de Willemstad, la capital de Curazao, alinea casas de hechuras holandesas, con sus graciosos gabletes de volutas, pero cubiertas con los tonos más rabiosos y alegres del Caribe. Algunos veleros dan colorido al muelle, unido a la llamada Otrabanda por el Konigin Emmabrug, puente real o más bien pontón asentado sobre barcas que el mar balancea. Cuatro castillos protegiendo el puerto desde lo alto evocan el pasado agitado y a veces atroz de esta bahía tan risueña.

æpermil;sta, que es la mayor de las Antillas holandesas, estuvo, como sus vecinas Aruba y Bonaire, en manos de los españoles, que no las apreciaron mucho; se contentaron con capturar a sus moradores indios para obligarlos a trabajar en las minas de La Española. A principios del siglo XVII no había más que un puñado de colonos españoles, que fueron fácilmente sometidos por marinos holandeses. El comercio de esclavos fue, durante muchos años, la principal fuente de riqueza, y al llegar la emancipación, fue inevitable la decadencia en esta isla áspera y seca, con pocas lluvias y tierra avara. La construcción de una refinería a comienzos del siglo XX mejoró la situación económica y provocó la llegada de muchos inmigrantes. La lengua que se habla, el papiamento, es fruto en parte de ese aluvión, y mezcla idiomas como español, portugués, francés, inglés y holandés.

Pero también el petróleo sufrió una crisis, entre 1960 y 1980, y se tambaleó la economía isleña, que ahora se orienta sobre todo al turismo. Es importante el apoyo de la metrópoli, ya que Curazao permanece unida a los Países Bajos, con un estatuto de autonomía: la reina de Holanda nombra al gobernador, que sirve durante seis años, y a los ministros caribeños. Los mejores (y no muchos) hoteles de la isla pertenecen a cadenas holandesas y están en la parte sur. Curazao no tiene playas extraordinarias, pero sí suficientes atractivos para retener a los visitantes, en su mayoría pasajeros de cruceros que hacen escala o dan un salto desde la más turística Aruba.

Desde luego, el atractivo principal es la propia Willemstad, sobre todo el muelle Handelskade y el mercado flotante del contiguo muelle de Sha Capriles. Aquello es un delirio de colores. Pequeñas goletas llegan cada mañana desde la costa venezolana y extienden, bajo toldos, su mercancía, raros peces locales, frutas tropicales de brillantes destellos, hortalizas, dulces de leche, artesanía. El interior de la ciudad confirma la sensación de estar en Holanda: la sinagoga de Mikvé, fundada en 1651, con sus lámparas de globos de bronce, parece uno de esos interiores burgueses pintados por maestros de escuela holandesa. Tiene un pequeño museo judío. Otro museo, el Curazao Museum, ocupa el antiguo hospital naval. Quienes no estén de paso y con prisa podrán cenar en los lujosos restaurantes instalados en dos de los fortines que protegen el puerto, y disfrutar desde lo alto de una vista ensoñadora de la bahía de Santa Ana, que divide la ciudad, con miles de luces haciendo contrapunto a las estrellas.

Cerca de la capital, es casi obligado acudir al Landhuis Chobolobo, donde está la destilería del curasao. Este licor se elabora a base de cáscara de naranja verde, pero hay también curasao de café, de vainilla y especias. En la destilería se hacen demostraciones y catas para los visitantes. Otra visita interesante es el Landhuis Brievengat, mansión de una plantación de cochinilla del siglo XVIII, restaurada y convertida en museo. También el Acuario merece la pena. Si se dispone de tiempo, se puede subir hacia el norte y recorrer el Parque Nacional San Christoffel, una reserva natural asentada en antiguas plantaciones, que acoge fauna local, cactus, agaves y áloes o el pequeño divi divi, el árbol más característico de por aquí, y hasta pinturas rupestres de los indios primitivos. También es una tentación la Blauwbaai o bahía azul, con sus largas playas de arena blanca y fina. Suponiendo que el crucero no tenga prisa en partir.

Cómo ir. La compañía holandesa KLM (902 222747) tiene dos vuelos diarios desde Madrid a Curazao vía Amsterdam, excepto martes y miércoles que sólo tiene un vuelo diario; el precio ida/vuelta, sin tasas, es a partir de 659 euros. Algunas mayoristas incluyen Curazao entre sus destinos, bien como escala en un crucero por el Caribe o bien como único lugar de estancia. Catai, por ejemplo, propone un paquete de 9 días/ 7 noches en Curazao que incluye el vuelo en línea regular, traslados, seguros, bolsa de viaje y guía de bolsillo, y pernoctación en uno de estos hoteles, a elegir: Holiday Beach, de cuatro estrellas, o Hotel Curazao Marriott, de cinco; el precio (válido hasta el próximo 15 de abril) es de 1.274 euros y 1.896 euros, según hotel elegido. En agencias.

Otra mayorista que programa estancias en Curazao es Iberojet: un paquete de 9 días/ 7 noches en Curazao, en el hotel Marriott R. Emerald, incluyendo vuelo desde España en línea regular y traslados, cuesta 1.632,35 euros, más 15,03 euros de tasas aéreas.

Comer. En Willemstad: Belle Terrace, Penstraat 130-134, teléfono 614377, cocina caribeña. Bistro Le Clochard, en Otrabanda (cruzando el pontón), 625666, cocina francesa. Rijstaffel Restaurant Indonesia, Mercuriusstaat 13, 612606, cocina indonesia.

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