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La división del peronismo agrava la crisis de Argentina

La crisis argentina continúa sin un principio de solución. La Asamblea Legislativa, que debe elegir al nuevo presidente en reemplazo del dimisionario Adolfo Rodríguez Saá, aún no había comenzado a reunirse anoche. Los serios enfrentamientos entre los gobernadores peronistas impedían alcanzar un consenso alrededor de la figura del ex vicepresidente Eduardo Duhalde. Mientras continúan las negociaciones, el candidato con mayores posibilidades trata de avanzar en la definición de un programa económico.

Duhalde cuenta con el apoyo del peronismo de la provincia de Buenos Aires y de su gobernador, Carlos Ruckauf, de la totalidad de los diputados y senadores de la Unión Cívica Radical, de los restos del centroizquierdista Frepaso y de los partidos provinciales. Todos estos sectores, mayoritarios en el Congreso, pretenden formar un Gobierno de "salvación o concentración nacional" para impedir que el país se desintegre política y económicamente. El principal obstáculo proviene del gobernador de la provincia de Córdoba, José Manuel de la Sota, quien se opone a que su compañero de partido sea elegido para completar el mandato del derrocado Fernando de la Rúa, que culmina en diciembre de 2003.

"Lo único que pido es que el pueblo pueda votar y esto no se arregle entre cuatro paredes y a espaldas de la ciudadanía", insiste De la Sota desde la noche del pasado 30 de diciembre. Esa medianoche, Rodríguez Saá anunció al país su dimisión irrevocable y acusó a De la Sota de ser el principal responsable de su salida del Gobierno. Dos días antes, el gobernador de Córdoba había pedido elecciones presidenciales para el 17 de febrero tras advertir que Rodríguez Saá quería continuar en el poder no hasta marzo, como había determinado la Asamblea Legislativa, sino hasta diciembre de 2003.

Pero no sólo De la Sota pone obstáculos a una rápida solución de gravísima crisis institucional argentina. Los gobernadores de La Pampa, Rubén Marín; de Santa Cruz, Néstor Kirchner, y de La Rioja, Eduardo Maza, tampoco quieren que Duhalde sea designado presidente hasta 2003. Esto configura un heterogéneo frente entre De la Sota, el sector del ex presidente Carlos Menem y Kirchner, que representa al ala más crítica del peronismo, para forzar una salida electoral inmediata.

Duhalde, quien cuenta con el apoyo de los partidos ya mencionados y de gobernadores peronistas de provincias menores, también goza de amplio consenso entre el denominado Grupo Productivo, que agrupa a industriales, productores agrarios y ganaderos y del sector comercial argentinos.

Su candidato al Ministerio de Economía es Jorge Remes Lenicov, quien ya lo acompañó desde ese cargo durante su gestión al frente del Gobierno de la provincia de Buenos Aires entre 1991 y 1999. Más allá de las negociaciones políticas en el Congreso, de cara a la Asamblea Legislativa que podría elegirlo nuevo presidente, Duhalde concentra sus principales esfuerzos en la elaboración de un plan económico que encauce el caos en que se encuentra Argentina desde el pasado 20 de diciembre.

De acuerdo con fuentes cercanas a Duhalde, ese programa apunta a resolver rápidamente la completa paralización del mercado local y del comercio exterior del país. En primer lugar, sus colaboradores económicos, encabezados por Remes Lenicov, se plantean flexibilizar de alguna manera la congelación de los depósitos bancarios impuesta por el ex ministro Domingo Cavallo para evitar una quiebra del sistema bancario. Asimismo, disponer el fin del cierre cambiario que impide exportar e importar bienes y capitales.

El eje para resolver estas dos cuestiones pasa por la devaluación de la moneda y el abandono del sistema de convertibilidad. El peso se devaluaría alrededor de un 30%, pero no se dejaría que flotara libremente, sino que se ataría nuevamente al dólar para frenar una espiral inflacionista determinada por la segura huida de la moneda nacional en caso de un cambio libre.

Lo que resulta más complejo es dejar sin efecto las restricciones bancarias, algo que sólo podría hacerse gradualmente y con cuentagotas para no poner en riesgo el sistema financiero. El programa que estudia Duhalde se parece, en algunos aspectos, al esbozado a este periódico por importantes banqueros extranjeros que operan en Argentina. "Hay que salir rápidamente de esta situación que nos conduce al abismo. Pero no hay ninguna posibilidad de hacerlo sin el respaldo del FMI y de Washington, que no avalarán ningún populismo", señalaron las fuentes.

El esquema propiciado por estos sectores incluye una devaluación del peso de entre el 30% y el 40% para poner a tono el tipo de cambio con la situación de las reservas y la base monetaria. En este momento, las reservas del Banco Central totalizan 8.500 millones de dólares (unos 9.400 millones de euros) frente a una base monetaria de 10.000 millones de dólares (11.300 millones de euros). "Pero lo que es ineludible es elaborar un Presupuesto 2002 sin déficit, realista y equilibrado para que el Fondo Monetario y EE UU avalen el plan. Tras la devaluación se debe fijar el tipo de cambio para evitar un desastre bancario y financiero.

El paso siguiente sería que el FMI pida al G-7 una ayuda de entre 15.000 y 20.000 millones de dólares para Argentina. Pero este coste recaería en su mayor parte en los principales países inversores, que son europeos. "En primer lugar, España", sostienen las fuentes financieras.

 

Una lucha contra el derrumbe de los partidos

el ex vicepresidente de Carlos Menem y ex candidato a presidente en 1999 accede a la Casa Rosada, su tarea será la de un arbitraje extremadamente difícil. El último político que intentó arbitrar entre los intereses económicos y políticos, locales y extranjeros, fue Domingo Cavallo, recibido en marzo pasado como un héroe y salvador y derribado por un odio popular feroz hace apenas dos semanas.

Eduardo Duhalde, un político peronista de la provincia de Buenos Aires que se alió a Carlos Menem en 1989 como su compañero de fórmula, disfrutó de amplio apoyo en el dorado primer lustro de la década pasada en estrecha alianza con el ex presidente. En los últimos años, su discurso varió significativamente y se convirtió en un duro crítico del "modelo neoliberal" y de Menem, con quien terminó enfrentado por la candidatura presidencial peronista para las elecciones de 1999, que perdió frente a Fernando de la Rúa.

En medio de una crisis completa de los partidos tradicionales, Duhalde emerge ahora como la última carta para frenar su desaparición. La Unión Cívica Radical (UCR) de los ex presidentes Raúl Alfonsín y De la Rúa se ha colapsado y se ha hundido tras la caída del Gobierno de la Alianza el pasado 20 de diciembre. El peronismo, ya desgastado, soporta ahora mismo el fuerte golpe del fracaso del Gobierno de Rodríguez Saá, que duró sólo una semana. Los enfrentamientos públicos entre sus corrientes internas desacreditan cada día más al peronismo.

La tarea que afronta Duhalde, en caso de ser electo por la Asamblea Legislativa, es poner un límite a este derrotero político, para evitar que el peronismo concluya sepultado como partido de masas, como viene de ocurrirle al radicalismo. En este sentido, el principal candidato teje una amplia alianza con todos los sectores e, incluso, querría ser apoyado por la diputada Elisa Carrió, una disidente radical que encabeza la Alianza por una República de Iguales (ARI), un grupo que pretende "refundar" Argentina. Carrió aparece en las encuestas como la política con mayor intención de voto, pero no ha planteado aún ninguna propuesta que indique como sacar al país de la histórica crisis que vive. Fuentes del peronismo indicaban ayer que un sector de ARI votaría a Duhalde, pero que Carrió se opone.

Con dotes de oradora e imbuida de una mística de honestidad, la diputada parece esperar el desarrollo de los acontecimientos. Mientras tanto, las fuerzas de izquierda, muy exiguas desde el punto de vista parlamentario, pero con algún predicamento entre los parados y otros sectores empobrecidos de la sociedad, no muestran ni unidad ni un planteamiento que ofrezca una salida política y económica a la crisis. Algunos de los partidos en que se divide el izquierdismo avanzan la idea de convocar una Asamblea Constituyente, pero no han encontrado eco, al menos por ahora. Si Duhalde no es electo o no logra resultados positivos, todos los caminos están abiertos.

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