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Argentina se prepara para una devaluación "ordenada" del peso

Apenas tres días después de asumir sus funciones, el nuevo Gobierno argentino se debate en una contradicción irresoluble al intentar mantener la paridad de un peso por un dólar sin contar con las reservas necesarias para ello. El secretario de Hacienda (y de hecho ministro de Economía), Rodolfo Frigeri, confirmó ayer que la Administración provisional se prepara para emitir una tercera moneda, pero rechaza reconocer que esto conducirá a la devaluación. El comercio exterior y el mercado interno se paralizan por el cierre del sistema financiero.

Las reservas disponibles de Argentina totalizan apenas 3.300 millones de dólares (unos 3.700 millones de euros), mientras que la base monetaria asciende a 10.000 millones de pesos. Esto implica que si el Gobierno deja sin efecto la congelación de los depósitos y permite la compra y venta de divisas, se necesitarían más de tres pesos para comprar un dólar. Es decir, la devaluación de la moneda argentina y el fin del sistema de convertibilidad sería un hecho.

Este hecho, reconocido por las nuevas autoridades, ha conducido al mantenimiento de las restricciones. El sistema de compensación bancaria no funciona, el comercio exterior tampoco, ya que continúa el cierre cambiario y no hay tipo de cambio, en tanto que el público tampoco puede retirar más de 250 pesos semanales de sus cuentas bancarias.

En un desesperado intento por revertir este cuadro de colapso económico y financiero, Frigeri confirmó ayer que en enero se pondrá en circulación una tercera moneda, que se denominará "argentino".

En lo que parece un esfuerzo por reeditar el esbozo de hace dos meses del ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, el nuevo Gobierno peronista trata de evitar la devaluación y la quiebra de los bancos, a través de un complejo sistema monetario que suscita las dudas de inversores y expertos. En el esquema explicado por Frigeri, el peso se mantendrá convertible con el dólar, y en una relación de uno a uno, en tanto que el argentino será una moneda no convertible, cuya relación con el dólar será determinada por el mercado. Más concretamente, por la cantidad de papel que se emitirá.

Temores inflacionistas

El nuevo ministro no ha especificado el valor de la emisión de argentinos que se prepara pero sí anunció que "la vamos a respaldar con todos los bienes inmuebles de la nación argentina". Fuentes gubernamentales y financieras han indicado que podría ser de hasta 10.000 millones de pesos, similar a la actual base monetaria en pesos.

Ante las dudas que provoca la futura relación entre el argentino y el peso, numerosos comerciantes y empresas multinacionales han subido sus precios. "Muchos comerciantes, ante la incertidumbre de la paridad cambiaria, aumentaron sus precios en pesos hasta un 20% en las últimas 72 horas", dijo la Coordinadora de Actividades Mercantiles Empresarias (CAME).

El propio Frigeri ha reconocido que "si la emisión es gigantesca, el mercado le va a decir no". Pero no revela qué hará el Gobierno. Al explicar la idea de la tercera moneda, igual que Cavallo, el secretario de Hacienda dijo que "con esta iliquidez no se puede reactivar absolutamente nada", al tiempo que ratificó la decisión del Gobierno de mantener el sistema de convertibilidad.

Si bien aseguró que los tenedores de imposiciones de plazo fijo en pesos y dólares podrán retirar sus ahorros de los bancos en un corto plazo, aclaró que sólo lo podrán hacer en argentinos, al tipo de cambio que tenga la nueva divisa.

"Si ocurriera que en vez de valer uno, el argentino llegara a valer 0,80 dólares, pues entonces quien tenga 10.000 dólares en el banco retirará 12.000 argentinos", previó Frigeri.

Esta afirmación contrasta absolutamente con la definición de la nueva moneda o cuasi-moneda como inconvertible. Por lo que la inseguridad y el descontento de la población va en aumento por momentos, ya que temen que se vuelta a repetir lo ocurrido en 1989, cuando el Gobierno del ex presidente Carlos Menem se incautó los depósitos y ahorros de la población a cambio de lo cual entregó Bonos Externos (Bonex) que cotizaban en el mercado a la mitad de su valor nominal.

Tras la suspensión de pagos anunciada de manera solemne por Rodríguez Saá el domingo pasado, tras su asunción como presidente provisional, la realidad económica y política es caótica. El Gobierno que se ha conformado representa a todas las tendencias de peronismo, en muchos casos absolutamente contradictorias, y ha designado como encargado de las negociaciones con los acreedores internacionales al hasta hace pocos días secretario de Finanzas, Daniel Marx.

 

Un programa lleno de incógnitas

El derrocamiento del ex presidente Fernando de la Rúa y de su ministro Cavallo por una gigantesca movilización popular, que dejó un saldo de 28 muertos, ha obligado a la nueva Administración a mostrar una cara populista para intentar congraciarse con todos los sectores del país.

De esta manera, ya ha prometido crear un millón de empleos, subsidiar a la industria, liberar a los presos políticos y sociales, permitir la extradición de los militares requeridos de otros países por violación a los derechos humanos, al tiempo que asegura que no devaluará y que impedirá una quiebra del sistema bancario.

En los hechos, no ha explicado cómo lo hará ni de dónde provendrán los fondos para cumplir con esas promesas, mientras la recaudación de impuestos cayó un 20% en diciembre y las reservas internacionales son exiguas. Para satisfacer a los bancos locales y extranjeros que operan en Argentina, Frigeri ha dicho que la suspensión de pagos rige sólo para lo tenedores externos de títulos de la deuda y que se intentará cumplir con los que poseen "deuda interna". Algo que tampoco ha explicado cómo hará cuando el viernes próximo venzan letras del Tesoro por valor de 500 millones de dólares. El riesgo-país sube cerca de los 6.000 puntos básicos.

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