<i>Tiempos difíciles </i>
Si se confirma que la economía mundial está en recesión, no va a resultar fácil encontrar la receta para su recuperación.
Los pronósticos, y por ahora en menor medida los datos, confirman que una recesión es ya inevitable en Estados Unidos, que Japón continúa inmersa en ella y que Europa desacelera rápidamente su cada vez más moderado ritmo de crecimiento económico.
Estamos, pues, a punto de entrar en una recesión que, para mayor preocupación, amenaza con tener carácter global y de la cual ni Europa ni desgraciadamente España se van a librar.
Buena prueba de ello es que en sus últimas previsiones la Organización para la Cooperación y Desarrollo (OCDE) cifra el crecimiento para el año en curso en un 1% y en un 1,2% para el próximo -las previsiones para la zona euro serían del 1,6% y 1,4%, respectivamente, y de un 2,7% y 2% para España-.
Semejantes cifras pueden interpretarse como que la organización no comulga con la idea de una recesión suave y pasajera, entendiendo por tal una evolución que mostrará ya en el segundo semestre de 2002 una recuperación del orden del 3% al 4% en Estados Unidos.
Es decir, ni la disminución de existencias y de exceso de capacidad en las empresas se habría conseguido al finalizar el próximo invierno ni las políticas monetaria y fiscal puestas en práctica han logrado estimular la demanda.
Las razones del pesimismo de la OCDE -y de buena parte de los analistas- se basan en que, incluso antes del 11 de septiembre, la economía americana se encontraba en delicada situación como consecuencia de los desequilibrios generales en su funcionamiento, gracias en parte a la despreocupada política monetaria seguida durante demasiado tiempo por la Reserva Federal y el señor Greenspan.
En Europa la situación no es coyunturalmente tan grave como al otro lado del Atlántico, a pesar de las vacilaciones del Banco Central Europeo, pero, en cambio, las rigideces estructurales no invitan al optimismo ni a corto ni, sobre todo, a medio plazo.
Aello se une otra poderosa razón, consecuencia de algo que el voluntarismo político se niega a admitir: a saber, la limitada efectividad de las políticas monetaria y fiscal.
En efecto, durante periodos de recesión la política monetaria tiene dificultades para estimular la demanda porque ni las empresas se endeudan para financiar nuevos planes ni los consumidores se deciden a gastar.
Cierto que los recortes de los tipos de interés están sosteniendo las cotizaciones bursátiles de buen número de empresas en Estados Unidos y en Europa, pero resulta dudoso que ello baste si la confianza de los consumidores decae, de ahí la necesidad de un mayor gasto público y de recortes en los impuestos. Ahora bien, las medidas fiscales también presentan algunos problemas, el primero de los cuales es cuánto.
Al parecer, el presidente de Estados Unidos, George Bush, está pensando en inyectar en poco menos de un año una cantidad equivalente al 2% del PIB, pero, segunda cuestión, ¿de qué forma? Si, por el contrario, busca estimular el consumo privado, lo conveniente sería implementar medidas de carácter permanente y no temporal en tanto que las empresas responden mejor a incentivos a corto plazo.
Existe, por último, una tercera dificultad que no tiene una solución sencilla: cuáles serán los efectos a medio del paquete fiscal sobre los tipos de interés. Cuestión ésta preocupante, hasta el extremo que los asesores económicos del presidente Bush le han debido obligar a aclarar de entrada que las medidas fiscales que finalmente se aprueben deben estimular la economía a corto plazo sin influir sobre los tipos de interés a largo.
Pero no concluyen ahí las dificultades, puesto que las proyecciones sobre el superávit fiscal americano para el decenio en curso han pasado de 5,6 billones a 2,6 billones -o sea, del 4,1% al 2% del PIB- después de los atentados del 11 de septiembre. En el caso de Europa, con Gobiernos tradicionalmente más intervencionistas que los americanos, el perdedor pudiera ser el llamado Pacto de Estabilidad.
Estos son los dilemas y la verdad es que lamento confesarlo, pero en esta ocasión no puedo decir aquello de la solución en el próximo capítulo.