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"La práctica de arar la tierra sólo sirve para conservar la pobreza"

Los olivos que crecen aparentemente descuidados entre rastrojos en los campos cordobeses son el mejor ejemplo de la llamada agricultura de conservación en España. El Banco Mundial se ha comprometido en la extensión de esta revolución en las prácticas agrícolas, que erradican la labranza de la tierra, debido a sus múltiples beneficios tanto para el agricultor, en ahorro de tiempo de labor y costes, como para el medio ambiente, porque combate la erosión y otras degradaciones de los suelos.

Madrid acogió la semana pasada el Congreso Mundial de Agricultura de la Conservación, que promueven la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Federación Europea de la Agricultura de la Conservación. Desde hace más de 30 años, y después de haber aplicado con rotundo éxito en Latinoamérica los nuevos principios de cultivo, la FAO preconiza nuevos programas en África y Asia.

Se trata de evitar tanto la roturación de la tierra con maquinaria pesada como el monocultivo y el barbecho. Este sistema encomienda a los campesinos no derrochar su tiempo en arrancar los rastrojos de los cultivos anteriores y las malas hierbas, porque constituye una protección natural del suelo. Sin embargo, no hay que confundirla con la agricultura ecológica, porque se pueden utilizar fertilizantes y pesticidas.

Christian Pieri, responsable de agroecología del departamento de desarrollo rural del Banco Mundial, acudió al congreso para afirmar la determinación de este organismo en incentivar el cambio de las prácticas convencionales de agricultura mediante diversas medidas de cooperación internacional.

Pregunta. ¿Cómo puede ayudar la agricultura de la conservación al desarrollo de los países más pobres?

Respuesta. Mediante políticas de coo-peración internacional, a nivel público y pri-vado, que incentivan las iniciativas locales para favorecer el desarrollo de es-ta revolución tranquila. Siete de cada diez pobres mueren en las zonas rurales. Y mueren en la creen-cia irracional de que arar la tierra la hace más fecunda. Es una práctica milenaria, con implicaciones culturales religiosas e incluso sexuales, pero que sólo sirve para conservar la pobreza.

P. ¿Cuáles son sus beneficios comprobados?

R. El principal es que se disminuye considerablemente el tiempo de laboreo y la penuria del esfuerzo de labranza. En las grandes explotaciones en las que interviene la maquinaria agrícola, se disminuyen los costes de producción a largo plazo, porque se ahorran gastos en inversión, manutención y combustible. Además, se necesita en todos los casos menos mano de obra.

P. ¿Entre los incentivos que baraja su organización está la concesión de ayudas a los agricultores que se decidan a adoptar estas nuevas prácticas de cultivo?

R. No somos partidarios de las subvenciones, pero pensamos que la capacidad de competencia de los países ricos y de los pobres es tan desigual que las fuerzas del mercado no la pueden resolver por sí mismas. De todas formas, y dado que con la colonización se extendió el sistema de arado, me parece normal que la sociedad en su conjunto asuma los riesgos que tiene ahora para el agricultor la transición hacia este nuevo sistema, que, además, redunda en mejoras para el medio ambiente. Las ayudas se pueden canalizar en forma de los subsidios tradicionales, pero los Gobiernos pueden también ofrecer al agricultor bonos de descuento para comprar ciertos equipos y fertilizantes.

P. ¿Ha concedido el Banco Mundial préstamos a la inversión en este sistema?

R. Sí. De hecho, hemos desarrollado dos tipos de instrumentos financieros específicos, porque los préstamos que concedía el banco tenían un plazo de amortización demasiado corto (seis años) para que los agricultores percibieran los beneficios del cambio. Los préstamos se conceden con un plazo de hasta 20 años y, aunque el importe se concede a plazos a lo largo de este tiempo para supervisar los avances, las condiciones de partida no se alteran. Por ejemplo, el cambio de Gobierno en México no ha supuesto la renegociación del préstamo concedido.

P. Su organización prevé un agravamiento de la desaceleración económica actual debido a los ataques terroristas a Estados Unidos. En este contexto, ¿no es más importante contener la caída de los precios de las materias primas para ayudar a los países en vías de desarrollo?

R. Es difícil decir qué puede pasar... Lo que parece inevitable es que la demanda de alimentos de los países pobres seguirá en aumento y, para satisfacerla, en 2030 los cultivos tendrán que producir el doble.

 

Ahorros hasta del 40% frente al cultivo tradicional

Los empresarios agrícolas de países tan desarrollados como Estados Unidos le han dado la razón al Banco Mundial. De hecho, este país cuenta con 20 millones de hectáreas de los 58 millones que en total están cultivadas según los principios de la agricultura de la conservación. Ello equivale a una superficie algo mayor que el Reino Unido. A EE UU, le siguen Brasil, Argentina, Canadá, Paraguay y Australia. El sistema tiene buenos resultados en los cultivos de cereales y legumbres, aunque se está comprobando su eficiencia en los de caña de azúcar, patata, remolacha y frutas.

Especialmente adecuado para las zonas cálidas, donde la capa superficial del suelo es más delgada y la práctica de abrir surcos en la tierra sólo contribuye a su degradación y erosión, en España está encontrando cada vez más aliados. De hecho, 100.000 hectáreas del total de 500.000 dedicadas al cultivo de la conservación en Europa corresponden a suelo español. Andalucía encabeza las iniciativas, en especial Córdoba, aunque ya hay terrenos burgaleses adeptos al nuevo sistema.

El ahorro de costes se sitúa entre un 30% y un 40%, derivado de la reducción de gastos en insumos, mano de obra para horadar la tierra y tiempo.

Las grandes multinacionales de biotecnología con patentes para ciertos cultivos transgénicos de alimentos de primera necesidad no dudaron en tomar parte activa en el congreso de la FAO para demostrar su compromiso con la causa de combatir el hambre en el mundo.

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