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La confianza de los consumidores en EE UU cae a niveles de 1996

El índice de confianza de los estadounidenses cayó este mes del 114 al 97,6. Se trata del mayor desplome desde octubre de 1990, poco después de que Irak invadiera Kuwait. Y deja el indicador al nivel más bajo en cinco años y medio. Además, el dato publicado ayer por el Conference Board ni siquiera refleja en toda su amplitud los efectos derivados de la ofensiva terrorista del 11 de septiembre. El economista Maury Harris, del banco UBS Warburg, calcula que "un 85% de las respuestas (recopiladas para elaborar este informe) fueron enviadas antes de que se produjeran los atentados". El Conference Board reconoce que algunos datos fueron recabados antes del día 11. Pero su economista jefe, Lynn Franco, dice que no hay dudas sobre cuál es la tendencia: "Los consumidores consiguieron mantener a EE UU fuera de una recesión durante varios años, pero puede que pronto esto ya no sea posible". Al temor a una recesión se suman ahora los daños materiales y psicológicos de la ofensiva terrorista, la avalancha de despidos anunciada desde entonces y la incertidumbre reinante en el terreno político-militar. La menor confianza traerá consigo una caída del consumo privado, que representa dos tercios del PIB y durante meses sirvió como el único pilar de crecimiento. El sector industrial lleva prácticamente un año en recesión. Los economistas hablan desde hace meses de "recesión de beneficios" y Wall Street no levanta cabeza. Con lo cual, lo único que no está oficialmente en recesión es el PIB, que creció un raquítico 0,2% en el segundo trimestre. Para que exista una recesión de libro son necesarios dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Pero una cosa es lo que dicen los libros y otra lo que perciben los ciudadanos. Según una encuesta de The New York Times, un 60% de los estadounidenses cree que la economía ya está en fase recesiva. Otro 20% adicional cree que ésta está cerca. Las previsiones de algunos economistas son bastante desalentadoras, y no sólo para Estados Unidos. Stephen Roach, de Morgan Stanley, dice que habrá una "recesión global más larga y profunda" de lo que se pensaba y que "ninguna economía del mundo podrá eludirla". Su pesimista previsión parte de premisas bastante esperanzadoras, como "que no haya ningún ataque terrorista adicional o una ofensiva militar de represalia masiva, que EE UU apruebe medidas para estimular la economía y que se produzca una modesta mejora en los países en desarrollo". El Congreso ya ha aprobado un paquete de 40.000 millones de dólares de respuesta a la crisis y prepara un paquete de medidas de estímulo que seguramente incluirá nuevas bajadas de impuestos. Además, se espera que la Reserva Federal siga bajando los tipos de interés. Incentivos Alan Greenspan debatió ayer estas propuestas con los senadores y se mostró de acuerdo en que el programa de estímulo, si lo hay, sea "significativo". Pero volvió a pedir a los legisladores que actúen con "prudencia" y que se tomen algún tiempo para valorar los daños sufridos y las medidas necesarias. Según el senador Max Baucus, un programa "significativo" rondaría los 100.000 millones de dólares (un 1% del PIB).   El G-7 admite que se retrasa la recuperación

Los ministros de Finanzas de los países industrializados, agrupados en el Grupo de los Siete (G-7), reconocieron hoy que los ataques terroristas contra Estados Unidos retrasarán la recuperación de la economía de ese país.

"Para la economía de Estados Unidos, creemos que los hechos del 11 de septiembre retrasarán la recuperación que estaba en camino. Sin embargo, nuestras bases y políticas económicas son fuertes y esperamos que en el corto plazo se retorne a un crecimiento sostenido y a mercados financieros estables", dijeron los ministros de Finanzas del G-7.

Esta apreciación de la situación de la economía estadounidense fue formulada a través de un comunicado emitido tras una conferencia telefónica múltiple entre los siete ministros, quienes anunciaron que se reunirán el próximo 6 de octubre. Este encuentro reemplazará al que debería haber tenido lugar en ocasión de la postergada reunión anual del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial del 28 y 29 de septiembre en Washington.

"Nos reuniremos en Estados Unidos a principios de octubre para revisar el desarrollo económico y asegurar que no quede piedra sin remover en nuestros esfuerzos mutuos para lanzar una campaña global exitosa contra la financiación del terrorismo", dijo el comunicado publicado ayer.

De este modo, el G-7 se comprometió a poner en práctica "una estrategia exhaustiva para quebrar la financiación terrorista en todo el mundo", luego de que Estados Unidos lanzara su campaña contra las organizaciones y países que practican o protegen las acciones de terror, como las que destruyeron las Torres Gemelas en Nueva York y parte del Pentágono en Washington, hace dos semanas.

El G-7 está formado por EE UU, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Canadá e Italia.

 

Bush recibe un gran apoyo al bloqueo de los fondos de los terroristas

La petición del presidente de EE UU, George Bush, de congelar las cuentas bancarias de 27 personas y organizaciones terroristas vinculadas de alguna forma con Osama Bin Laden tuvo una respuesta casi inmediata por parte de todos los países desarrollados, integrantes de la OCDE, y de otros muchos no miembros.

Japón, Tailandia y Líbano, Estados en los que se sospecha que operan algunos de esos grupos, anunciaron ayer que aplicarán la medida. China dijo que combatirá "la financiación de los grupos terroristas" y la UE ya ha estado aplicando medidas, dijo ayer el comisario de Interior, Antonio Vitorino. A su juicio, es necesario "reforzar el control y la transparencia de los mercados financieros que hasta ahora no han colaborado con las autoridades policiales".

El objetivo de Bush al publicar el lunes la lista negra es impedir que el terrorismo recaude fondos con los que comprar armas y ya advirtió que los bancos que no cumplan la medida serán sancionados.

El ministro de Finanzas de Japón, Masajuro Shiokawa, dijo que su país ya "está preparado" para congelar los activos, mientras que el primer ministro tailandés, Thaksin Sinawatra, mostró su apoyo a Bush "en todos los sentidos". El Gobierno libanés, por su parte, está convencido de la existencia de cuentas de una de las organizaciones incluidas en la lista, Osbat al-Ansar. Otro de los grupos, Abu Sayyaf, tiene cuentas en Filipinas, pero el Gobierno ha señalado su incapacidad para congelarlas hasta que se apruebe una ley contra el lavado de dinero, cuya votación se ha adelantado al sábado.

Indonesia, el Estado con mayor población musulmana descartó que los grupos señalados tuvieran activos en el país.

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