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TRIBUNA

<i>El billete de 500 euros, para Bin Laden</i>

Un billete de 83.193 pesetas será muy poco empleado por el común de los mortales, pero sirve para la economía sumergida.

El título de este artículo parece el inicio de una colecta para financiar el terror. Nada más lejos de mi intención, realmente intento que se abra una vía no explorada para combatirlo.

¿Quién necesita un billete de 500 euros (83.193 pesetas)? El común de los mortales lo va a emplear muy poco. Es un billete pensado para las mil y una formas de economías sumergidas, que tienen algunas causas justificables (desconfianza en la moneda del propio país, como ocurre, por ejemplo, en el Este de Europa o en Latinoamérica); otras injustificables (los motivos fiscales que hacen que el Estado pierda entre cinco y diez veces en recaudación de impuestos lo que gana emitiendo moneda) y otras definitivamente deleznables (terrorismo, tráfico de drogas, mafias de la inmigración, trata de blancas...).

Bin Laden, pero también ETA, que no podrían funcionar sin el efectivo, estarán más cómodos con grandes billetes de euros, manejables en toda Europa y en gran parte del mundo, una alternativa real al billete verde, al dólar, el instrumento favorito hasta ahora de narcos y terroristas.

Me sorprende que la inercia de las costumbres impida que reflexionemos más sobre estos temas. Los billetes, tecnología de la imprenta, con cinco siglos a cuestas, constituyen hoy un sistema de pago ineficiente y caro, superado por sistemas privados, técnicamente avanzados, eficaces, sin fronteras y controlables.

Sin embargo, el billete sigue estando protegido por los Estados. En España está prohibido cobrar los ingresos y retiradas de efectivo, ligados a cuentas corrientes, que es el servicio más costoso que presta la banca, coste que se reparten todos los usuarios a través de otros servicios.

Si queremos una sociedad más segura, pero con menos fuerzas de seguridad, fomentemos los medios de pago transparentes, procurando, eso sí, que se desarrollen en condiciones de confianza, libre competencia y sometidos a las normas que protegen la privacidad de datos personales.

¿Y respecto a los billetes? Yo no soy partidario de prohibir nada que no sea delictivo. Limitémonos a que operen los precios, es decir permitamos el libre juego del cobro de los servicios ligados al efectivo, lo cual perjudicará a unos pocos clientes pero beneficiará a la mayoría y consigamos que los poderes públicos se pongan de acuerdo para emitir denominaciones cada vez menores, hasta quizá hacerlos desaparecer; lo contrario de lo que ocurre con el billete de 500 euros, que pronto estará entre nosotros.

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