<I>El gigante se tambalea</I>
El presidente George Bush dice que EE UU "ganará la guerra" contra el terrorismo y que su economía repuntará pronto porque "la prosperidad de este país no reside en sus edificios, sino en el espíritu emprendedor" de sus ciudadanos. Pero ambos objetivos son muy difíciles de cumplir.
El golpe sufrido por los estadounidenses ha sido brutal y las consecuencias finales todavía son imprevisibles. Al dolor por las miles de víctimas que fallecieron en los atentados se suma el sentimiento general de vulnerabilidad. Por primera vez en la historia, los estadounidenses no se sienten seguros en su propia casa. El éxito de la ofensiva terrorista supuso un fracaso estrepitoso de los sistemas de seguridad e inteligencia. Y las pérdidas materiales directas y derivadas son incalculables: sólo reconstruir el sur de Manhattan costará unos 30.000 millones de dólares.
El presidente ha pedido a los ciudadanos que gasten dinero en las tiendas y compren acciones de empresas americanas para contribuir a la reconstrucción nacional. Con lo cual consumir e invertir ya no son opciones personales, sino deberes patrióticos. Sin embargo, los ánimos no están para ver espectáculos de Broadway ni comprarse un coche nuevo. El índice Dow Jones cerró el viernes con su mayor caída semanal desde los tiempos de la Gran Depresión. Los economistas creen que Estados Unidos ya ha entrado en fase recesiva. Y ni la Unión Europea ni Japón están en condiciones de tomar el relevo como locomotora del crecimiento económico mundial. Es decir, que nos encontramos ante la amenaza de una guerra indefinida en medio de una recesión mundial.
A unque resulte triste reconocerlo, lo cierto es que algunas guerras del pasado fueron buenas para la economía de Estados Unidos La II Guerra Mundial permitió a dejar atrás definitivamente el fantasma de la Gran Depresión y la de Vietnam ayudó a impulsar una larga fase de crecimiento económico en los años 60. Pero este contencioso es muy diferente.
EE UU afronta ahora un conflicto sin campo de batalla definido y con un enemigo difuso y esquivo. Los poderosos B-52 sirven de poco cuando se lucha contra terroristas que gozan de apoyo popular en numerosos países y que se ocultan en las cavernas del desierto y las trastiendas de negocios repartidos por todo el mundo. Muchas batallas se librarán tras las bambalinas, en forma de presiones diplomáticas, sanciones económicas y operaciones clandestinas. Con lo cual laCNN no podrá impulsar el espíritu nacional retransmitiéndolas en directo como si fuesen un aséptico videojuego. Y nunca estará claro cuándo ha terminado la última batalla. Es decir, que los estadounidenses no podrán tener una catarsis final que permita dejar atrás definitivamente el fantasma de esta guerra.
A la vista de todo lo anterior, ahora se trata de ver si el espíritu emprendedor de los estadounidenses les permitirá seguir generando prosperidad en un clima de guerra permanente. Todo un reto para un gigante que se tambalea pero que no está dispuesto a caer.