<I>La volatilidad ahuyenta al inversor</I>
Una de las quejas que más se escuchan últimamente entre los corrillos de expertos o de simples observadores es la falta de volumen de negocio de la Bolsa. Pero marchan las cosas en el mercado como para asustar a cualquiera. No sólo se trata de que el Ibex acumule una caída tras otra. Se trata de que uno puede irse a comer y, a la vuelta, ver un valor un 5% más bajo sin motivo aparente.
La volatilidad extrema que soporta el mercado es, a la vez, causa y consecuencia del bajo volumen de negocio y del monopolio que en éste tienen los inversores profesionales. Algunos de ellos, dedicados por entero a la especulación más agresiva, a falta de mayores estímulos. Así que el inversor final, sencillamente, dimite.
En algunos casos, el inversor pillado abandona la Bolsa con indignación. Es el sentimiento que se palpa en los foros de Internet. Los mensajes que acusan a las casas bursátiles de manipular la acción o de engañar al particular reflejan a las claras la pérdida de confianza en los mercados. Un cambio que va más allá del pesimismo sobre la economía o sobre los resultados. Afecta al propio atractivo del mercado de valores como opción de inversión.
Aunque, claro está, quienes se sienten estafados fueron los que acudieron a la Bolsa llamados por los cantos de sirena de la nueva economía. Los que, haciendo caso a algunos analistas, compraron Terra a más de 80 euros. No será este tipo de inversor el que ayude a recuperar el negocio bursátil. Pero si su desconfianza se extiende al resto de la comunidad ahorradora, a la misma que impulsó la Bolsa un 35%, anual antes de que existiese Terra, puede haber apatía para rato.
Lo que hace falta para recuperar el volumen es un descenso en la volatilidad y en el riesgo que el inversor percibe en el mercado. Y tampoco vendrían mal más historias como la de Zara.