Una nueva tierra prometida para la industria nuclear
El número de ciudadanos estadounidenses partidarios de la construcción de nuevas centrales nucleares es cada vez mayor. La razón es el temor a que se repitan los apagones de California y que se extiendan a otras zonas del país, como Nueva York, con las consiguientes subidas disparatadas del recibo de la luz. La industria nuclear intenta limar asperezas y habla de instalar reactores "más seguros". El precio del gas natural y el problema irresuelto de qué hacer con 85.000 toneladas de residuos radiactivos tienen la última palabra.
De la última encuesta trimestral efectuada por la firma Bisconti Research para el Instituto de Energía Nuclear de Estados Unidos (NEI) se extrae que un 66% de un millar de personas entrevistadas está a favor de construir nuevas centrales nucleares en su país. En octubre del año pasado este porcentaje se reducía al 42% y apenas superaba el 51% en enero de 2001. A ello se añaden otros datos del Gobierno, que asegura que el 70% de los ciudadanos de Alaska está a favor de una explotación controlada de los recursos petroleros de esta reserva.
Pero en este súbito cambio de opinión podrían haber influido más las amenazas de las eléctricas, que prevén problemas de suministro en algunos Estados, que los cortes de la corriente en California por sí mismos. Sobre todo, después de haber asistido aquí a cómo el proceso de liberalización del mercado eléctrico -iniciado en 1997- ha disparado los precios de la tarifa, que, en algunas zonas, como San Diego, repercutieron de forma limitada en los consumidores. El megavatio en California ha llegado a cotizarse a 3.700 dólares (unos 4.070 euros o 722.000 pesetas).
Para asegurar el suministro en este Estado en caso de un nuevo año de sequía no hay soluciones fáciles a corto plazo, puesto que para levantar nuevas centrales de ciclo combinado tendrían que llegar a un acuerdo sin precedentes con sus vecinos mexicanos para ampliar sus gasoductos.
Las amenazas de apagones corren ahora por las líneas de Nueva York. Thomas Champion, director de Consolidated Edison para relaciones con el Gobierno federal, declaró en un encuentro con periodistas españoles en Washington DC la semana pasada: "Creemos que este verano podremos afrontar la demanda de Nueva York, que llega a un máximo de 1.800 megavatios, aunque iremos un poco ajustados si hace mucho calor".
El envite de la liberalización y un escape de vapor radiactivo arrojó a finales del año pasado a esta compañía a vender a Entergy sus activos de generación nuclear, los tres reactores de Indian Point que, a principios de este año volvieron a arrancar y producen el 10% de la demanda de la ciudad y de su entorno metropolitano.
Reactores avanzados
Además, NRC (el equivalente al Consejo de Seguridad Nuclear español), que recibió en 1973 la última solicitud de autorización de emplazamiento para una nueva central, ha iniciado las conversaciones con Exelon, la tercera compañía nuclear del mundo, fruto de la fusión de Pepco Energy y Unicom.
Exelon, que controla 14 reactores y otros tres en colaboración con la británica British Energy, desea anunciar el año que viene el emplazamiento para su nuevo reactor en Estados Unidos. Tendrá un diseño revolucionario, porque se refrigeraría por gas en vez de por agua y reduciría su tamaño a 110 megavatios (el habitual es de 1.100) para adecuarse a las necesidades de poblaciones más pequeñas. Exelon ha invertido 7,5 millones de dólares (unos 8,4 millones de euros o 14.625 millones de pesetas) en desarrollarlo junto con la surafricana Eskon Enterprises, que lo está probando. Las varillas de las pastillas de uranio cambian su forma, de lo que deriva el nombre de reactor de bolas (pebble-bed).
David Brown, vicepresidente de Exelon para relaciones con el Congreso de EE UU, resumió las ventajas de esta tecnología en el mismo encuentro con la prensa española: "Es segura, limpia y competitiva, porque supone una menor inversión, reduce el plazo de construcción y permite aumentar la capacidad del reactor agregando nuevos módulos". Anunció también que iniciarían la construcción de la nueva central en 2003, que comenzaría a operar en 2006. Una central tradicional tarda cinco años en construirse a partir de su licencia.
Brown lanzó sus apuestas: "Cinco compañías de EE UU solicitarán este año autorizaciones de emplazamiento para construir centrales nucleares: Entergy, Southern Co., Constellation, Dominion Resources y Exelon".
Pero de momento sólo el reactor avanzado ABWR de General Electric, junto con el 80+ (en fase de construcción en Corea del Sur) y el AP-600, ambos de Westinghouse Electric, filial nuclear del grupo BLF, han conseguido su certificación para la NRC. Robert Zolgman, vicepresidente de la compañía para relaciones internacionales y gubernamentales, habla de ellos como "la tecnología de 2010", a la que sucederá "una cuarta generación de reactores más pequeños y que no necesiten planes de emergencia".
Pero en tanto que la tecnología siga entrañando el peligro de fusión, Paul Gunter, director de la asociación sin ánimo de lucro Nuclear Information and Resource Service, con sede en Washington, considera que la opinión pública se dejará llevar "de nuevo a engaño alegremente". Afirma: "Vivimos todo esto no como el resurgimiento de la energía nuclear, sino como su recaída".
Las eléctricas europeas, al abordaje del mercado americano
La competitividad de la energía nuclear es dudosa, habida cuenta de los procesos de licencia que amenazan la continuidad de operación de las centrales, los diseños a la carta de las mismas y su gestión dentro de un sistema eléctrico de tarifas reguladas. Pero esta situación podría reconducirse si se reforma el sistema de licencias y se estandariza el diseño de los reactores. La política energética del Gobierno de Bush ha prestado oídos a la industria, algo con lo que contaban desde 1999, cuando se inició su consolidación. El precio medio de compra de las 103 centrales de EE UU se eleva hoy a 25 dólares por kilovatio instalado (unas 4.900 pesetas), excluyendo el combustible.
Las eléctricas europeas ven los cielos abiertos en EE UU. Jefrey Merrifield, consejero de NRC, asegura que han recibido hasta 25 solicitudes para autorizar cambios accionariales, que incluyen compañías europeas, como British Energy, la alemana Eon "y alguna gran empresa francesa y española", que se negó a revelar. Precisó que se trata de participaciones minoritarias, ya que la ley estadounidense -que se pretende revocar- impide al capital extranjero el control de activos nucleares.
Angelina Howard, vicepresidenta ejecutiva de NEI, reconoce que "para que resulte competitivo construir una central nuclear frente a otra de ciclo combinado, habría que reducir a 1.000 dólares (unas 95.000 pesetas) el precio del kilovatio/hora instalado" (en los sesenta costaba 1.600 dólares). Además, el precio del gas tendría que superar los 4,5 dólares, como ya ha ocurrido.