<i>La antiglobalización "global"</i>
Hace tan sólo unos meses cuestionábamos la eficacia de aplicar una única medida, las bajadas de tipos de interés, para reactivar (sanar) la economía americana, y nos preguntábamos qué pasaría cuando el bote de píldoras del doctor Greenspan fuese quedándose sin pastillas. El momento ha llegado y la respuesta ha sido reducir la dosis. Si el enfermo estuviese ya mejorando, aunque no tiene pinta, la decisión sería la correcta, pero si no se ha conseguido una mejoría, una dosis más reducida sólo servirá para ganar el tiempo suficiente para pensar en un nuevo tratamiento.
Y mientras que inversores y bancos de inversión discuten si éstos dicen lo que les interesa decir o lo que en realidad piensan y se busca algún culpable a quien colgarle el muerto, en el mundo están pasando otras cosas, relacionadas también con la economía, que conviene no dejar de analizar, ya que al ser extrañas, pueden aportar respuestas distintas a las tradicionales.
Uno de estos fenómenos es el movimiento antiglobalización. A mí al principio me sonaba a algo similar a una manifestación en contra de la ley de la gravedad, ya que, nos guste o no, el mundo acabará siendo global igual que las manzanas seguirán cayéndose de los manzanos atraídas por el centro de la tierra. Pero cuando empiezas a ver que unos militantes anti, sin una propuesta alternativa, están dispuestos a que les abran la cabeza en cualquier punto del mundo, y que además funcionan eficientemente como organización, merece la pena pararse a mirar qué puede estar pasando.
Descartadas las teorías más cinematográficas, como que exista una fuerza del mal que está alimentando un movimiento en contra del sistema a la que un agente 007 derrotará próximamente, o que en realidad todo sea una ficción, al más puro estilo cortina de humo, promovida por el propio sistema para distraer la atención del pueblo, sólo podemos pensar en que la idea tenga mucho gancho o que espontáneamente hayan encontrado una forma eficiente de organizarse.
El planteamiento filosófico, aunque pueda ofrecer a una generación a la que se le ha criticado no tener valores una oportunidad romántica de oponerse al sistema y a lo inevitable, es como causa mucho más débil que muchas causas anteriores que consiguieron mucha menos repercusión con mucho más esfuerzo. La diferencia debería estar, por tanto, en cómo se organiza el movimiento.
Quizá lo que es más incongruente y por tanto donde puede estar la genialidad de este fenómeno es que la oposición a la globalización se produce de una forma global y que su fuerza está precisamente en unir capacidades de muchas partes del mundo en torno a la misma idea. Su ventaja es dominar los mecanismos que hacen posible que ocurra aquello a lo que se oponen. Algo así como que los detractores de la gravedad les tiraran a sus defensores macetas en la cabeza porque conocen mejor que sus oponentes el funcionamiento de aquello que están negando.
Hasta ahora las grandes empresas han apostado por la globalización utilizando su capital para ganar tamaño y presencia en todos los mercados, generando al mismo tiempo expectativas de negocio que hacían subir sus cotizaciones y un sentimiento de rechazo por parte de muchos consumidores que no simpatizan con la estandarización a la que llevaría un reducido grupo de proveedores.
La crisis de los mercados financieros, que tiene uno de sus orígenes en la sobrevaloración de este tipo de estrategias, va a obligar a las grandes corporaciones a reestructurar sus plantillas para poder competir aumentando con ello la antipatía generada.
Si es este el contexto al que se deberán adaptar los modelos de negocio, parece que una globalización impuesta por el capital puede alejar a las empresas de los consumidores y desincentivar la existencia de capacidades locales en las organizaciones. El talento local reaccionará no negando las ventajas de ser globales, sino buscando vínculos que sean más sólidos. Es posible que en el futuro coincidir en una misma idea de negocio una mucho más a los profesionales que el hecho de que les pague la nómina el mismo accionista.