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Polonia encara un difícil tránsito hacia la Unión

Cada semana tenemos una pequeña manifestación en la puerta", dice Pablo Martínez, socio de Arthur Andersen en Polonia. No es por ellos, sino por la oficina de representación de la Unión Europea en el país que está en el mismo elevado y moderno edificio del centro de Varsovia. Y es que a algunos polacos los esfuerzos que su país hace para unirse al club de los Quince les resultan muy duros.

La razón es que este país de 40 millones de habitantes lleva algo más de una década en una difícil transición de economía dirigista a la de mercado y está acelerando, a la vez, la adaptación de sus estructuras a las de la UE, con la que negocia su adhesión. Estos dos procesos indisolubles, cuyos costes los ciudadanos mezclan, tal y como admite el Gobierno, están teniendo consecuencias que últimamente se aderezan con una ralentización económica.

"A comienzos de los noventa, el 80% de los ciudadanos estaba a favor de entrar en la UE", asegura Adam Pawlowicz, presidente de PAIZ (la oficina de inversiones extranjeras en Polonia); "ahora el apoyo social es del 50%, aunque lo que más ha crecido es el número de indecisos".

El primero de estos costes es el paro. Las últimas estadísticas oficiales indican que el 16% de la población activa está desempleada, un dato que se acerca al 18% cuando se computa a los que ya no buscan trabajo. Esta situación se complica con el hecho de que la renta per cápita en este país está 30 puntos por debajo de la que tenía España cuando entró en la UE en 1986 (que era el 70% de la media europea). Además desde el Gobierno del conservador Jerzy Buzzek se calcula que el 80% de los desempleados ya ha perdido el derecho a los subsidios.

En Arthur Andersen creen que a pesar de esto hay paz social por la economía sumergida (admitida por el Gobierno), que ellos cifran en el 15% del PIB, y por el importante papel de la familia como "colchón del parado", ya que parte de la política social del anterior régimen se ha reducido sustancialmente y la inflación en las ciudades es alta.

Buena parte de la responsabilidad de esta tasa de paro es la política de privatizaciones de empresas estatales. "En 1990 había 8.453 empresas públicas, y ahora hay cerca de 2.000, muchas de ellas participadas minoritariamente por el Estado", cuenta la enérgica ministra de Hacienda, Aldona Kamela, cuya contundencia se mantiene al decir que en el camino al sector privado unas 1.800 empresas han quebrado (en la minería se han perdido 100.000 empleos).

Otro de los retos a los que se enfrenta Polonia es el desarrollo de las infraestructuras y la agricultura, una cuestión esta última que enlaza con los temas más espinosos de la negociación con la UE. "Los temores europeos por la agricultura son exagerados", afirma Pawlowicz. "No somos un país agrícola. El 27% de la población vive en zonas rurales, pero sólo el 15% se dedica a la agricultura y, de ellos, el 7% lo hace dentro del mercado", explica.

La otra cara de esta moneda agraria es la propiedad de la tierra. El Gobierno teme que el bajo precio de estas tierras atraiga a los extranjeros y los alemanes se queden con estos terrenos (especialmente en Silesia). Por ello quieren un periodo transitorio de 18 años para permitir el acceso a la propiedad rural.

Con respecto a esto dicen ser flexibles y están dispuestos a transigir si la UE rebaja sus pretensiones de tener un periodo transitorio de siete años para la libre circulación de trabajadores del Este. "No habrá un éxodo", asegura Jan Kulakowski, jefe negociador de la UE, quien dice además que no considera egoísta la posición española sobre el reparto de fondos estructurales, aunque asegura que no puede haber políticas para miembros antiguos y otra para nuevos.

La ministra de Hacienda dice que Polonia estará preparada para entrar en la UE en 2003. Jan Ttruszcynsky, ministro de la Cancillería, es más realista; sabe que en el desarrollo de su país va a ser crucial el papel de la UE: "Las negociaciones se abrieron hace 10 años y no hay certeza de que pronto seamos miembros, lo que produce cansancio y desconfianza".

Ttruszcynsky no quiere ni pensar que Polonia no esté en el primer grupo de países que entre en la UE.

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