Los sectores liberales de Irán piden a Jatamí que aísle a los conservadores
La aplastante victoria del reformista Mohamed Jatamí en las elecciones presidenciales celebradas el viernes en Irán son un paso más hacia la democratización del país pero no la garantizan, según la prensa liberal iraní. Jatamí, en un mensaje difundido por el Gobierno aseguró que su primer objetivo es fortalecer la democracia. El líder de los reformistas pidió "paciencia y unidad".
La prensa liberal iraní, la única publicada ayer al celebrarse una festividad religiosa, reclamó al presidente electo que organice un Gobierno "fuerte y homogéneo" para dirigir la apertura democrática y superar las reticencias de los integristas. Pese a la victoria reformista, son muchos los que todavía recelan de la influencia de los sectores conservadores, que controlan las instituciones más poderosas. Según informa Efe, el rotativo reformista iraní Hayetano destacaba ayer que los conservadores "carecen de bases" y, por tanto, deben "apartarse para que sean los reformistas los que gobiernen".
Analistas políticos consultados por Reuters recuerdan que durante el pasado mandato de Jatamí, éste no logró acabar con la represión política impuesta por los conservadores, que bloquearon gran parte de las medidas reformistas. Mohamed Jatamí logró captar en estas últimas elecciones el 77% de los votos, frente al 69% que consiguió en los comicios celebrados hace cuatro años.
Mohamed Jatamí. El abanderado del reformismo, con permiso de la autoridad islámica
Fernando Martínez Madrid
Cualquier político occidental que contase con el mismo respaldo popular que el presidente iraní, Mohamed Jatamí, tendría poder absoluto para hacer y deshacer. Pero Jatamí, conocido como el clérigo sonriente, sabe que sólo podrá enarbolar la bandera del reformismo con el permiso de la autoridad suprema, el ayatolá Alí Jamenei.
Jatamí cuenta con un gran prestigio desde el principio. Su padre era el reconocido ayatolá Ruhola Jatamí. Licenciado en Teología, Filosofía y Ciencias Educacionales, Jatamí fue en los setenta adalid del islamismo y participó activamente en la revolución de 1979, que derrocó al Shah e instauró la república. Después, ocupó cargos en casi todos los Gobiernos conservadores y su paso previo a la presidencia fue la dirección de la Biblioteca Nacional.
De 58 años, casado y con tres hijos, intenta desde 1997 otra revolución, la que abrirá el país al "inevitable" mundo moderno. El pueblo ha vuelto a respaldarle y ahora tiene otros cuatro años de juegos malabares entre apertura y respeto al Islam.