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Irlanda rechaza en las urnas el Tratado de Niza y bloquea la ampliación

El pueblo irlandés se interpuso ayer en el camino hacia la ampliación de la Unión Europea al rechazar en referéndum el Tratado de Niza con el 53,87% de los votos partidarios del "no" y el 46,13% restante del "sí". La ratificación del tratado por todos los Estados es imprescindible para incorporar nuevos miembros.

La victoria del "no", opción votada por algo más de medio millón de personas, en un país en que todos los barómetros de opinión retratan como "euroentusiasta", sacudió ayer los círculos comunitarios, donde el respeto a la voluntad popular no evitó que un escalofrío de inquietud impregnase las declaraciones de los líderes europeos. "Estamos muy decepcionados con el resultado del referéndum en Irlanda", admitieron en un comunicado conjunto el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, y el primer ministro sueco y presidente en turno del Consejo, Göran Persson. "Debemos encontrar ahora el camino más apropiado para cumplir los objetivos que nos marcamos en Niza", dijeron.

Bruselas devanaba ayer la madeja legal que el "no" irlandés puede suponer a todo el proceso. Los ministros de Asuntos Exteriores, que se reúnen el lunes en Luxemburgo, intentarán arrancar a su colega irlandés, Brian Cowen, el compromiso de un nuevo referéndum que propicie la ratificación del tratado en el plazo previsto (antes de junio de 2002). El primer ministro, Bertie Ahern, escuchará apremios similares por parte de sus homólogos durante la cumbre final de la presidencia sueca, la próxima semana en Gotemburgo.

El comunicado de Persson y Prodi ya recalca que "las negociaciones para la ampliación continuarán con el mismo vigor y determinación, en línea con el firme compromiso dado a los países candidatos". La Unión Europea se comprometió en Niza a estar preparada para recibir nuevos socios a partir de 2003, de modo que los primeros candidatos en incorporarse pudieran participar en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, previstas para junio de 2004.

Fuentes diplomáticas indicaron ayer que, jurídicamente, el calendario puede cumplirse, incluso si para entonces algún Estado miembro todavía no ha ratificado el tratado. La votación para el Parlamento en los nuevos miembros quedaría en suspenso temporalmente, y sus electos no recogerían la carta de europarlamenario hasta que el tratado entrase en vigor.

Pesadumbre

La lenta cadencia del recuento de votos filtró poco a poco la pesadumbre en la sede central de la Comisión Europea, donde al filo de las seis de la tarde se reconocía que las papeletas del "Nil" (no, en gaélico) habían superado a las del "Tá" (sí). Habían transcurrido 20 días de campaña, durante los que Bruselas mantuvo un discreto silencio para evitar cualquier interferencia que soliviantase al electorado irlandés. Hasta el departamento de Romano Prodi llegaban, sin embargo, informes confidenciales en que se alertaba de que la campaña del "no" está logrando transmitir de modo mucho más efectivo sus mensajes o constatando "el gran nivel de desconocimiento que parece haber entre el público en general sobre el auténtico propósito y contenido del tratado". Aun así, Bruselas nunca previó, al menos públicamente, un encontronazo de estas dimensiones con la opinión pública irlandesa.

Existían y existen dos sombras en las relaciones entre Dublín y Bruselas, que ayer, diferentes analistas y observadores barajaban como posibles explicaciones para este desenlace. De un lado, la creación de lo que Bruselas define como unidad de intervención rápida, pero que en las islas Británicas se traduce como embrión del ejército europeo. El primer ministro irlandés, Bertie Ahern, ya planteó en la cumbre de Helsinki (diciembre de 1999), donde se fraguó la política de defensa europea, la posibilidad de que un país neutral como Irlanda pudiese autoexcluirse de este apartado de la integración europea. No fue escuchado.

La segunda fricción fue el severo sermón del Consejo de Ministros de Economía al titular irlandés por presentar un Presupuesto para 2001 juzgado expansivo en el marco del Pacto de Estabilidad. La intromisión de Bruselas provocó airadas reacciones en la capital irlandesa.

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