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TRIBUNA

<I>Sevilla y la fusión de sus cajas de ahorros </i>

La realidad histórica y económica de Andalucía respalda la iniciativa de fusión de El Monte y San Fernando.

El 15 de mayo pasado, los consejos de administración de las dos cajas de Sevilla, El Monte y San Fernando, acordaron iniciar el proceso de fusión de ambas entidades, con el aparente beneplácito de todos los sectores interesados, después de un tiempo de polémicas y enfrentamientos que transmitían una imagen poco apropiada en cuestiones que afectan a instituciones de crédito.

Pero la bonanza ha durado poco, ya que, según parece, la controversia ha renacido con nuevos bríos, cual ave fénix, y pone en peligro el proceso apenas iniciado. Una vez más es posible que la fusión de las cajas de Sevilla naufrague y decepcione a quienes de buena fe creían en las bondades de la fusión.

Las dos entidades sevillanas, una de origen y fundación privada, El Monte, y otra de fundación pública, San Fernando, plantearon por primera vez su fusión 30 años atrás, cuando casi nadie se interesaba por semejante asunto. Fue una fusión muy bien recibida, porque entonces, como ahora, parecía una conclusión aceptable de toda una tradición de independencia y el comienzo de un proyecto común que, desde Sevilla, podía contribuir a la mejora de la actividad crediticia en Andalucía occidental.

Aquel proyecto interesante, que tenía un gran sentido de anticipación, fue aprobado por las autoridades de la época y felicitados públicamente sus protagonistas, pero en el último momento, cuando llegó la elección de presidente de la nueva caja, naufragó.

El olvido se convirtió en un manto piadoso de un suceso lamentable y el espejismo de la fusión, porque eso fue, se desvaneció.

Desde entonces muchas cosas han cambiado en las cajas de ahorros de Andalucía. Entre otras, se ha reducido el número de entidades de la región y en las provincias occidentales han desaparecido las cajas autóctonas de Huelva y Cádiz en beneficio, básicamente, de las dos de Sevilla, que han aumentado su presencia y volumen de negocio en toda la zona, de manera que han pasado a convertirse en referencia inexcusable para cualquier proyecto de integración.

La realidad histórica y económica de Andalucía respaldan, además, la iniciativa de fusión de las cajas de Sevilla con mayor fundamento, si cabe, que la que se malogró hace 30 años.

Aunque las fusiones no son el único y ni siquiera el mejor instrumento para el desarrollo de entidades minoristas como las cajas de ahorros, sí es cierto que, cuando se producen, han de buscar el mantenimiento de la identidad territorial, que es un pilar clave de su fortaleza.

Por eso parece claro a los ojos de cualquier observador que, frente a otras propuestas de las muchas y variadas que han florecido en Andalucía, la constitución de una caja importante en Sevilla es un objetivo encomiable, que necesita aglutinar apoyos y rehuir las controversias.

Sin perjuicio de las razones de sus diferentes protagonistas, los acontecimientos que se vienen produciendo alrededor de la pretendida fusión de las dos cajas de Sevilla reviven el Campo de Agramante en que se había convertido en los últimos tiempos todo lo relacionado con las cajas de ahorros de Andalucía.

Menos mal que bajo esa superestructura inundada de polémicas e intereses contrapuestos se mantiene una maquinaria profesional que, en clara simbiosis con los clientes, hace posible la gestión ordenada del negocio.

Si no se restaura el sosiego, parece difícil que prosperen proyectos que lo requieren en grado sumo. Y 30 años después de aquel intento fallido de fusión de El Monte y San Fernando estemos condenados a recordar la expresión clásica de que "cuando las horas decisivas han pasado, es inútil correr a su encuentro".

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