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TRIBUNA

<I>La negociación colectiva necesita cambios </I>

Ni sindicatos ni patronal estamos satisfechos con el sistema de relaciones industriales vigente hoy.

Está de actualidad hablar de concertación social entre sindicatos, patronales y Gobierno, y de concertar en el sentido de acordar algo y comportarse con coherencia con lo acordado. Es necesario adecuar las reformas imprescindibles en la negociación colectiva a las nuevas reali-dades económicas y socia-les y al nuevo mercado de trabajo.

Concertar es palabra que compromete, porque alude a un arte difícil y porque es un tanto desconocida para quien no la practica. Es fácil construir una parábola so-bre ello: para concertar (ha-cer un concierto) se necesita, por lo menos, saber tocar cada uno su instrumento; después saber tocar juntos; después, decidir qué tocar, y después, afinar bien los instrumentos antes de empezar. Si se hace de otra manera, en lugar de música se oye ruido; o en lugar de la armonía de sonidos distintos, una serie de desarmonías que molestan; o bien un tema malo escuchado ya muchas veces.

Esto es precisamente lo que puede acabar ocurriendo hoy con la concertación pendiente en torno a la negociación colectiva, de la que oímos sólo ruidos, porque las partes llamadas a concertar tenemos pendiente definir bien qué objetivos queremos conseguir de esta negociación. Y aunque he-mos encontrado un título sugerente a esta sinfonía, nada menos que reforma de la estructura de la negociación colectiva, tenemos pendiente qué queremos tocar.

Es bueno y necesario que patronales y sindicatos nos emplacemos a reformar la actual estructura de negociación colectiva, que apenas ha tenido modificaciones en los últimos 25 años y que sigue respondiendo más a una realidad preconstitucional, a una realidad productiva fordista y taylorista y a un mercado cerrado y autárquico que a las necesidades que la realidad actual pone de manifiesto.

Y, lo que es más importante, de la que ninguna de las partes interesadas, sindicatos y patronales, estamos satisfechos: porque está atomizada y desvertebrada en más de 5.000 convenios colectivos, porque no sirve para adecuar las relaciones laborales e industriales en las empresas y los sectores productivos; porque no atiende necesidades del mundo del trabajo, de cualificación y de formación permanente de los trabajadores y trabajadoras; porque no favorece la adaptación de la organización del trabajo ante un mercado cada día más flexible; porque en la mayoría de los casos tampoco interviene en los salarios reales de los trabajadores en las empresas; porque, en definitiva, no da respuestas adecuadas a las demandas que los agentes sociales planteamos.

Ante esta realidad, vale la pena intentar que los sindicatos convirtamos en una oportunidad positiva lo que hoy aparece como un riesgo evidente si tomaran cuerpo algunas ocurrencias, que no propuestas maduradas, que han salido en los medios de comunicación, tales como la desaparición de la ultraactividad de los convenios colectivos.

Es una oportunidad para fortalecer la negociación colectiva y hacer de ésta una eficaz herramienta para la regulación de las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores y trabajadoras de este país, como necesario instrumento vertebrador y de cohesión social de la que no estamos sobrados. Así, de forma madura, los agentes sociales debemos ser capaces de adecuar las actuales relaciones laborales e industriales a la nueva y cambiante realidad y a los retos que se nos avecinan con la implantación definitiva del euro y con la mayor globalización de los mercados, mejorando la eficacia y competitividad de nuestra economía.

Se ha de reformar la actual negociación colectiva a partir de reducir de forma drástica el actual número de convenios colectivos e impulsar alternativamente, como eje vertebrador de las relaciones laborales e industriales, convenios colectivos estatales de sector con contenidos relacionados y desarrollados eficazmente con la realidad de las empresas y atender en ellas a su especificidad económica, industrial y sindical, de la forma que ordene el propio convenio estatal.

Pero para que esta reforma sea un instrumento útil y eficaz son imprescindibles organizaciones empresariales y federaciones sindicales de industria y servicios potentes y representativas. Unas organizaciones que confíen en sí mismas más de lo que lo hacen hoy, y no se sustenten tanto en la reclamación permanente de reformas legislativas. Unas organizaciones que entiendan y defiendan que en materia de negociación colectiva son las protagonistas principales. Y para que esto sea así, también es preciso reformar el actual sistema de representación sindical.

El Gobierno se ha otorgado el papel de director de la concertación y no ha empezado bien; por eso, recuperando la metáfora de la sinfonía que permite conjugar muchas enseñanzas útiles (hacer música juntos es una disciplina severa que no se improvisa), vale la pena recordar cuál es el papel de un director: guiar, que quiere decir sugerir más que imponer. Un director de orquesta pierde unos kilos de peso en cada ejecución, no sólo bracea y gesticula.

Es, por tanto, imprescindible que el Gobierno cla-rifique su papel en ésta negociación, y éste no puede ser el desempeñado en la fracasada negociación sobre la reforma del mercado de trabajo.

Empieza una negociación muy importante, su éxito lo garantizará el acuerdo entre patronal y sindicatos. De nosotros depende afrontar una reforma pendiente de muchos años. La complejidad es evidente, pero su necesidad lo es más.

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