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POLÍTICA#LAS ELECCIONES VASCAS

La vieja industria se renueva para afrontar los nuevos retos

Los sectores tradicionales no han desaparecido del mapa económico en Euskadi. Su peso en el PIB ha adelgazado, el número de trabajadores se ha reducido considerablemente, y el de las empresas, también. A cambio han modernizado sus procesos productivos y se han preparado para afrontar los nuevos retos. Quizás no tengan el efecto tractor de hace 15 años, pero mantienen la tradición industrial en el País Vasco. Siderurgia integral, aceros especiales, línea blanca y naval han sido los protagonistas de una larga historia de reconversión.

Una parte de la historia de la profunda transformación industrial que se ha producido en el País Vasco durante estos últimos 15 años está a punto de cerrarse. Este año se procederá a la liquidación de los Fondos de Promoción de Empleo (FPE) de los sectores naval, de aceros especiales y de línea blanca. Los FPE se constituyeron a mediados de los años ochenta para dar cobertura y buscar nuevos empleos a todos los excedentes laborales que se produjeron como consecuencia de la reconversión que padecieron esos sectores y que tuvo una especial incidencia en el País Vasco.

Nombres con historia antigua y cierre reciente, y actividad tradicional ligada a sistemas de producción maduros abundan en las hemerotecas. Altos Hornos de Vizcaya (AHV), Astilleros de Euskalduna, Aceros de Llodio o Fabrelec son algunas de las denominaciones que permanecen en la memoria de los habitantes de Euskadi. Más por el ajuste laboral que se produjo, con varios miles de trabajadores afectados directa e indirectamente, que por su peso en la economía vasca.

Pero ninguno de estos sectores ha desaparecido. De las cenizas de algunas de estas empresas implicadas en los procesos de reconversión han surgido, vía fusiones o cambios accionariales, otras compañías que han encontrado su hueco e, incluso, despuntan en sus respectivos negocios.

Acería Compacta

La Acería Compacta de Bizkaia (ACB) es uno de los ejemplos. La compañía siderúrgica, controlada en la actualidad mayoritariamente por Aceralia, recogió en cierta manera la actividad industrial de la antigua Altos Hornos de Vizcaya (AHV), pero con una octava parte de su plantilla y una revolución absoluta en sus procesos productivos. Además, su crisis supuso abandonar la imagen de reconversión permanente del sector. Entonces se invirtieron 60.000 millones de pesetas (360 millones de euros) en la construcción de la ACB. Hoy ya se habla de inyectar otros 12.000 millones de pesetas para duplicar su actual produccción.

La renovación en las compañías siderúrgicas también afectó a las empresas de acero común. Primero se reestructuró el sector a nivel nacional y después se afinó en el País Vasco. En la actualidad, y tras realizar fuertes inversiones, grupos como Ucín y Aristrain han pasado a engrosar la lista de participadas de Aceralia, una compañía que, por otra parte, está inmersa en un proceso de fusión con las compañías siderúrgicas multinacionales Arbed y Usinor.

Otra de las patas de la reconversión/renovación de los sectores básicos en la industria vasca fue la de los grandes astilleros. En una decisión que generó no pocos traumas, el Gobierno socialista decidió en 1984 afrontar un duro ajuste en todos los astilleros públicos. En Euskadi esta medida supuso la desaparición de dos instalaciones, Euskalduna en Bilbao y Celaya en Erandio (Vizcaya), para mantener en la cercana Naval de Sestao un único centro productivo. La plantilla total se redujo a la mitad, pero el astillero vizcaíno está ahora, gracias en parte a las ingentes ayudas públicas del Estado, a la vanguardia de la competitividad, y a punto de entrar en la senda de los beneficios. Sin embargo, en este sector también algunas empresas han perdido el rumbo. Astilleros Reunidos del Nervión (ARN) todavía no ha superado la crisis y ha entrado en quiebra, pero hay un proyecto para reanudar su actividad.

Otro de los sectores vascos castigados por la reconversión industrial fue el de electrodomésticos, que padeció un severo ajuste durante los años ochenta. Fueron cuatro años de recortes, de 1984 a 1988, en una industria afectada por una crisis de rango internacional. En el proceso, Euskadi perdió hasta algunas fábricas de multinacionales que se retiraron de la comunidad autónoma, como Westinghouse, que echó el cerrojo a sus instalaciones de Erandio (Vizcaya), que a mayor abundamiento se vieron afectadas por las inundaciones de 1983. Otras compañías, como la extinta Fa-bre-lec, se incorporaron a grupos más potentes, en su caso Fagor Electrodomésticos. Esta compañía de Mondragón (Guipúzcoa), integrada en MCC, es ahora el líder nacional en línea blanca y ha extendido su red industrial por diversos continentes, con fábricas propias en Argentina, Marruecos y Polonia, hasta una próxima apertura en China.

Otros, como el fabricante de lavadoras Mayc, apostó por una multinacional extranjera, y acabó en la órbita de la corporación italiana Candy. Los coletazos de aquella crisis histórica no han terminado todavía para otra marca vasca, Solac, muy popular en el segmento de pequeños electrodomésticos. Solac ha apostado por un socio local, como la antigua Fabrelec, y ultima su integración en la estructura de Cegasa, conocido fabricante alavés de pilas y bombillas.

Otros sectores industriales vascos no tuvieron tanta suerte y desaparecieron por completo, como las empresas de maquinaria de elevación. Fue el caso de las sociedades Elyma-Urbasa y Juan José Krugg. Los pabellones que albergaron su actividad forman parte de la colección de esqueletos industriales de la ría del Nervión, en Bilbao.

 

La transformación de Aceriales-Acenor en Sidenor

La siderurgia vasca, la tradicional industria del acero de Euskadi, fue una de las más afectadas por los procesos de reconversión, que recortaron miles de empleos y decretaron el cierre de decenas de fábricas. Uno de los ejemplos más gráficos de transformación profunda se produjo en el subsector siderúrgico de aceros especiales. El grupo estatal Aceriales, de la década de los ochenta, fue rebautizado en los noventa como Acenor, tras un drástico plan de ajuste. Tras su posterior privatización, Acenor no tiene nada que ver con el antiguo perfil de empresa pública de un sector maduro y con pérdidas endémicas. El grupo siderúrgico, presidido por Sabino Arrieta, contabiliza beneficios desde hace años, con resultados positivos netos superiores a los 2.600 millones de pesetas (15,63 millones de euros) durante los ejercicios de 1998 y 1999. Ahora, Sidenor está en plena fase de internacionalización. Con fábricas propias en Brasil y México, ultima su implantación en Alemania, con la compra de dos plantas a la multinacional germana del acero ThyssenKrupp. Sidenor está en todos los frentes, salvo en Bolsa. Estuvo a punto de estrenarse en los mercados financieros, pero frenó su salida por los vaivenes bursátiles.

Para los antiguos empleados de la extinta Aceriales, todavía resulta increíble el renacimiento de un grupo que estuvo al borde del precipicio en más de una ocasión. En cambio, con Sabino Arrieta al frente, Sidenor aspira a liderar el mercado mundial de aceros especiales para 2005.

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