La circularidad como motor de una transición justa
Nadie debe quedar al margen de un proceso que tienen que aunar crecimiento económico con el máximo respeto al medioambiente

El mundo vive un momento clave. Hablamos de 2025, pero este titular podría aplicarse a cualquier otro año de la última década. Cada mes de diciembre toca hacer balance y demasiadas veces durante los últimos años se han dicho palabras y frases similares. Analizamos el camino recorrido y caemos en diagnósticos repetidos.
Y quizás lo que debamos hacer cada final de año es elevar el nivel de compromiso y convertir la reflexión en acción. Debemos materializar los debates en acciones concretas y dar pasos en la dirección que recientemente reclamaba Antonio Guterres, secretario general de la ONU, en la COP de Belém sobre la necesidad de dirigirnos a “un cambio de paradigma”.
Un cambio que implica a toda la sociedad y que debe materializarse en una transición sostenible y, al mismo tiempo, justa. Nadie debe quedar al margen de un proceso que tienen que aunar crecimiento económico con el máximo respeto al medioambiente.
España fue pionera en 2019 en aprobar la primera Estrategia de Transición Justa. Ahora el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha iniciado el proceso participativo para diseñar su evolución para los años 2026-2030. Hablamos de empleo, de inversión y de desarrollo territorial. Un elemento fundamental para cualquier país. Y, por supuesto, una apuesta decidida por una economía verde, circular y competitiva, una de las claves para conseguir el éxito de este proceso.
Europa y España no pueden retroceder un ápice en sus aspiraciones. Los avances conseguidos no deben frenar ahora. Lo hemos visto en los recientes datos de Eurostat sobre el de uso de materiales circulares en la Unión Europea, cuya tasa ha alcanzado su máximo histórico en 2024 situándose en el 12,2%. Una tendencia que debe de continuar afianzándose ya que el objetivo es alcanzar el 23,2% para el año 2030. Queda mucho por hacer, pero se empiezan a ver los avances.
Y esto va a requerir de esfuerzos compartidos, de voluntad de cambiar la forma de producir, diseñar y consumir. Y también de regulación; en 2026 habrá novedades en materia normativa. En agosto, es previsible que entre en vigor el nuevo reglamento de envases: un proceso que exigirá reforzar la coordinación entre todos los agentes de la cadena de valor: ciudadanía, administraciones públicas y, especialmente, empresas, cuyo papel en materia de circularidad ya está siendo determinante.
En este contexto, será esencial dotar a las empresas de certidumbre y estabilidad regulatoria para que puedan planificar sus inversiones, innovar y avanzar con seguridad. Este proceso debe garantizar el cumplimiento de los objetivos de reciclaje y circularidad y dar continuidad al esfuerzo de concienciación ciudadana que ha situado a España como referente en recogida selectiva de calidad.
Desde mi perspectiva, el reto y la oportunidad pasan por seguir acompañando al tejido empresarial mediante marcos claros y entornos que faciliten su transición hacia una economía circular armonizada, competitiva y previsible. Esto no depende solo de las empresas: requiere también del compromiso de la ciudadanía, de la colaboración institucional y de la coherencia regulatoria. Solo con ese impulso conjunto podremos consolidar un modelo más sostenible y más justo, donde la circularidad actúe como un auténtico motor de progreso.