China y Estados Unidos: frentes abiertos para un encuentro tenso
Trump y Jinping deben definir la relación de las dos principales potencias económicas del mundo
Tan pronto como finalice la reunión del 5 de abril con el presidente finlandés Sauli Niinistö, Xi Jinping, presidente de China, se despedirá de Finlandia y pondrá rumbo a Estados Unidos junto a su esposa, Peng Liyuan. El 6 de abril se verá por primera vez con el 45º presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El encuentro, que se extenderá hasta el viernes, tendrá lugar en la mansión del presidente Trump en Mar-a-Lago en Palm Beach (Florida), donde también recibió al presidente japonés, Shinzo Abe, el mes pasado.
La relación entre el presidente Trump y el presidente Xi no comenzó nada bien. Recordemos las duras críticas del entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, durante la campaña electoral, sobre las prácticas comerciales chinas y la manipulación de la divisa china (renminbi); y siendo presidente electo, a comienzos de diciembre de 2016, su conversación telefónica con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, si bien luego quiso rebajar la tensión y comunicó al presidente chino su compromiso con la política de una sola China.
El secretario de Estado de EE UU, Rex Tillerson, visitó China el 18 y 19 de marzo para avanzar los preparativos del encuentro de esta semana. El 30 de marzo, el comunicado emitido por la Casa Blanca, anunciando la visita del presidente chino, señalaba que “los dos líderes tratarán temas globales, regionales y bilaterales de interés mutuo”, sin ofrecer más detalles.
Por su parte, el comunicado del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Lu Kang, sobre la visita del presidente chino a Estados Unidos, no refirió información sobre los contenidos de la agenda del encuentro.
¿Qué temas podrían configurar la agenda de este primer encuentro? Comercio internacional y déficit comercial con China, disputas territoriales en el mar del Sur de China y tensión con Corea del Norte son cuestiones que preocupan a Donald Trump y Xi Jinping. Analicemos estos puntos conflictivos.
Comercio internacional
La visita de Xi Jinping está lejos de ser un encuentro sencillo. El propio presidente Trump lo advirtió en su cuenta de Twitter el pasado 31 de marzo: “El encuentro de la próxima semana con China será muy difícil pues no podemos continuar con fuertes déficits comerciales y pérdidas de empleo. Las empresas americanas deben estar preparadas para mirar hacia otras alternativas”. Continuando con su política proteccionista, ese mismo día Trump firmó dos órdenes ejecutivas para elaborar, en 90 días, un estudio exhaustivo del déficit comercial de Estados Unidos (país a país, producto a producto) y mejorar las medidas antidumping respecto a productos de otros países que se vendan a precios que perjudiquen las fábricas y el empleo del país.
En 2016, el déficit comercial de Estados Unidos ascendía a 472.000 millones de euros, el mayor en los últimos cuatro años, siendo China, Japón y Alemania los principales responsables de esta cifra. Estados Unidos vendió y compró a China por valor de 109.000 y 435.000 millones de euros, respectivamente, generando un déficit en la balanza comercial de 326.000 millones de euros. El déficit comercial con Japón se sitúa en 64.500 millones de euros y con Alemania, en 60.750 millones. Los últimos datos de comercio exterior (USA Census Bureau) muestran la continuidad del déficit comercial con China (enero de 2017: exportaciones de 10.071,9 millones de dólares; importaciones, 41.376,3 millones; déficit, 31.304 millones).
Zheng Zequang (viceministro de Asuntos Exteriores chino) afirma que el superávit comercial chino respecto a Estados Unidos es “el resultado de la distribución global de las industrias, la división del trabajo y diferentes estructuras económicas entre China y Estados Unidos” y si bien China presenta superávit en mercancías, tiene un déficit en servicios. Para corregir el desequilibrio entre ambos países, propone una reducción de los controles sobre la exportación de alta tecnología a China y medidas para facilitar la inversión china en Estados Unidos.
Disputas territoriales
Las disputas territoriales en el mar del Sur de China afectan a varios países –China, Brunéi, Filipinas, Malasia y Taiwán– que reclaman su soberanía sobre las islas Paracels y las islas Spratly. Las tensiones territoriales de China también incluyen a Japón. Recordemos que en agosto de 2016 una flotilla china se dirigió a las inmediaciones de las islas Senkaku (para los japoneses), también conocidas como islas Diaoyu (para los chinos), un territorio bajo administración japonesa desde 1972. En febrero de 2017, barcos chinos volvieron a navegar en las proximidades de estas islas. Además, Taiwán también disputa a Japón estas islas inhabitadas.
Las rivalidades y disputas por las islas Sensaku/Diaoyu se deben a sus ventajas de naturaleza económica y estratégica: proximidad de rutas de transporte marítimo por donde circula un gran volumen del tráfico comercial internacional, ricas zonas de pesca y potenciales depósitos de gas natural, petróleo y minerales.
Las ambiciones marítimas chinas continúan con la construcción de islas artificiales en la zona de las islas Spratly, donde han ubicado radares, hangares para aviones y otras instalaciones militares. Las imágenes difundidas por la Iniciativa para la Transparencia Marítima en Asia (AMTI) en marzo muestran las infraestructuras chinas en los arrecifes Fiery Cross, Mischief y Subi de las islas Spratly, las islas más grandes de las siete islas artificiales construidas por China en zona de las islas Spratly. Y la pregunta que surge es: ¿busca China la creación de una zona de identificación de defensa aérea en el mar del Sur de China? Y si es así, ¿cómo responderán sus vecinos del sudeste asiático? ¿Y Estados Unidos?
Corea del Norte
China y Estados Unidos tienen objetivos diferentes sobre Corea del Norte. Los últimos meses han sido especialmente tensos, con acciones y comunicados de los tres países. A China no le favorecería un colapso de Corea del Norte que lleve a una potencial reunificación con la otra Corea y una ulterior alineación con Estados Unidos o un problema de refugiados coreanos en territorio chino.
Por su parte, Estados Unidos no quiere que la situación actual de Corea del Norte se sostenga en el tiempo. En marzo, Rex Tillerson señaló que la política de Washington de “paciencia estratégica” ha terminado y que, tras 20 años de política equivocada respecto a Corea del Norte y su desnuclearización, es el momento de una nueva política.
A este respecto, Donald Trump opinó el pasado 17 de marzo en su cuenta de Twitter: “Corea del Norte se está comportando muy mal. Llevan años tomando por tontos a Estados Unidos. China ha hecho poco para ayudar”. EE UU considera que China, principal socio comercial de Corea del Norte, tiene que usar su influencia y hacer más para frenar el programa nuclear y de misiles norcoreano. Y si esta ayuda china no llega pronto, Trump ha advertido que Estados Unidos tomará medidas por su cuenta. Eso sí, no ha aclarado si llegará a emprender acciones militares o no contra el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, y su régimen.
No obstante, también afirmó que si China decide ayudar en el tema norcoreano, será muy bueno para China, dejando entrever que el comercio se usará como incentivo en las negociaciones con este país. Sin duda buscar la cooperación china en el problema de Corea del Norte es una pieza estratégica para su resolución y también para calmar las tensiones en esta zona de Asia.
En una inusual conferencia de prensa, Pak Myong (Embajada norcoreana en Pekín), señaló: “Nuestra postura es que, puesto que Estados Unidos y sus aliados continúan sus amenazas militares e intimidación –a través de sus ejercicios militares anuales a las puertas de la República Popular Democrática de Corea– , continuaremos fortaleciendo nuestras capacidades de ataque preventivo y defensivo”. En los últimos días han surgido rumores sobre un posible nuevo test nuclear por parte de Corea del Norte, coincidiendo con el encuentro entre Donald Trump y Xi Jinping.
Este jueves, Donald Trump y Xi Jinping, presidentes de las dos mayores potencias económicas del mundo, se reúnen por primera vez y deben esforzarse por crear una confianza mutua que contribuya a una relación que sea beneficiosa para sus países y que favorezca el diálogo y la cooperación para resolver cuestiones bilaterales y multilaterales estratégicas. EE UU sabe que muchos retos que le esperan en los próximos años no los puede resolver de forma unilateral. Aguardamos las señales que el presidente Trump envíe a los mercados sobre sus planes para gestionar la relación con China y las reacciones de estos.
Patricia Ordóñez de Pablos es profesora de la Universidad de Oviedo. Directora del International Journal of Asian Business and Information Management.