La ciudad que gestiona la UE, blindada y paralizada
Según varias organizaciones, hay un 'lobbista' por cada dos trabajadores comunitarios Frenar el corazón que bombea Europa es un riesgo
Cuando en 1958 se fundó la Comunidad Económica Europea, Bruselas fue elegida como sede debido a su cercanía y centralidad con los países que formaron el germen del proyecto europeo. En 1966 también se trasladó allí la sede de la OTAN y, cuando la CEE pasó a convertirse en Unión Europea, el aparato administrativo de la capital belga ya era tan grande y estaba tan asentado, que no salía rentable mudarse a otra ciudad. Así, en 1992, se convirtió en la sede de la UE y, por lo tanto, en la capital del continente.
Hoy, la pequeña localidad histórica de Bruselas, con menos de 200.000 habitantes, está rodeada por 18 distritos que han ido envolviendo, en forma de cinturón, al centro neurálgico. En este conglomerado de barrios, con seis cuerpos de policía independientes, viven hoy más de un millón de personas, y buena parte de ellas trabajan para las instituciones que tienen su sede en la localidad. La ingente actividad del sector servicios contribuye a que la región de Bruselas sea la tercera más rica de Europa en PIB per cápita (por detrás de Londres y Luxemburgo). El PIB de la región alcanza los 71.700 millones de euros (equivalente al PIB del País Vasco y La Rioja juntas) y los funcionarios comunitarios superan la cifra de 50.000. De hecho, solo en la Comisión Europea trabajan cada día más de 30.000 empleados públicos.
Es precisamente en este punto, con sede en la Plaza Schurmman, donde se registró el segundo ataque, en la estación del metro de Maalbeek, que causó 20 muertos y decenas de heridos, muy cerca del Parlamento y Consejo Europeo, además de la Comisión Europea. A pocas calles de distancia se encuentran también el Palacio Real de Bruselas, la Embajada de Estados Unidos, la Agencia de Defensa Europea, el edificio de la Bolsa y las sedes de varias empresas.
Tanto el edificio Berlaymont, sede de la Comisión, como la del Consejo y el edificio Lex, fueron evacuados por motivos preventivos. El corazón financiero y burocrático de Europa es también el hogar y centro de operaciones de miles de grupos de presión. Es el reino del lobby. Los datos que maneja el Corporate Europe Observatory (CEO), calculan que hay un lobbista por cada dos trabajadores comunitarios, lo que supondría un mínimo de 25.000.
Paralizar el corazón que bombea Europa es un riesgo, que pone en entredicho la seguridad de una de las ciudades que manda en el mundo. La amenaza yihadista pone en duda la seguridad de las sedes de la Unión Europea y Bruselas se juega el negocio de ser la capital del continente.
Sin vuelos, hasta mañana
El ajetreado ritmo del día a día en Bruselas ha hecho mucho más difícil la paralización de la ciudad. El aeropuerto internacional de Zaventem-Bruselas, en donde se produjeron dos explosiones a primera hora de la mañana, sigue cerrado hasta, previsiblemente, mañana jueves, cuando se prevé su apertura. Los vuelos de dicha terminal, que opera cerca de 600 diarios, han sido desviados a los regionales de Charleroi y de Lieja, así como a otros aeropuertos internacionales vecinos, aunque son muchos los países que han suspendido los vuelos rumbo a la ciudad para extremar las precauciones, y así ayudar a las autoridades belgas, que han solicitado que no se viaje a la localidad por el momento.
Por su parte, el Centro de Crisis de Bélgica, que recoge y analiza todas las informaciones para evaluar el nivel de alerta de la ciudad, solicitó a todas las empresas de la localidad que mantuviesen a los empleados en sus centros de trabajo hasta que se normalizara la situación. De la misma forma que solicitó a la población que permaneciese en sus respectivos domicilios y que no sobrecargase internet. Los centros escolares cerraron sus puertas, y los estudiantes quedaron resguardados en ellos, hasta que las autoridades permitieron su salida. Lo mismo ocurrió con el transporte público de la ciudad, con el metro, autobuses y tranvía fuera de servicio hasta bien entrada la tarde del día de ayer.